El cuerno del cruasán

La democracia y el tomate raf

JORDI PUNTÍ

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Recientemente ha coincidido que algunos programas de tele y periódicos han dedicado lo que denominan un «reportaje desenfadado» al mismo tema: los nuevos comercios de delicatesen abiertos en Barcelona. Son esos locales amplios con el nombre en inglés que ofrecen alimentos de primera calidad. Al frente hay alguien que ha escogido lo mejor de cada cocina, si hace falta yendo al otro extremo del mundo, y si no hace falta, no. Todo está muy bien presentado: las frutas exóticas, por ejemplo, conviven con el queso trufado de unos campesinos de la Provenza, una mermelada de naranja muy amarga o la famosa botella de agua de Vilajuïga. Nada que objetar. En el fondo, la llegada de estas tiendas era cuestión de tiempo en una ciudad como Barcelona, típica de la burguesía bohemia.

Cuando pasan lista a los comercios, los reportajes desenfadados incluyen a colmados de toda la vida: el Múrria, Quílez, Can Ravell… Es un poco descarado meterlos en el mismo saco, pero al fin y al cabo los nuevos locales y los colmados son reacciones lógicas a una situación anómala que viene de lejos. La anomalía es la siguiente: hará unos 25 años la Administración de turno repartió licencias para supermercados y grandes superficies al tuntún y sin control. La mayoría de colmados de barrio tuvieron que cerrar. Ahora, al cabo de los años, las mismas tiendas abren de nuevo en manos de los paquistanís, quienes están dispuestos a trabajar más horas y ganar menos dinero.

La democratización del comercio alimentario ha servido para que todo el mundo pueda comprar de todo y más barato, pero al mismo tiempo acarrea situaciones absurdas. Uno de los damnificados es el pobre tomate raf. Al principio estaban los tomates de siempre, que se volvían más y más insípidos, y los tomates de temporada, que eran la élite: elcor de bou, el de Montserrat… Luego llegó el tomate raf a las fruterías. No hace ni cinco años queFerran Adrià lo elogiaba: es de temporada y un poco más caro, decía, y solo se encuentra en los mercados. Sin embargo, los invernaderos del sur no tardaron en servirlo a los supermercados: ahora era más barato, con la apariencia jovial de siempre, ¡y además había todo el año! Hoy día muchos raf han perdido la personalidad. Basta con que sean tomates rechonchos para que les llaman raf. Entretanto, la nueva sensación se llama kumato y los restaurantes de postín ya lo citan en su carta. A ver cuánto tardará que alguien lo clone o falsifique.