Dembélé, en manos de Coutinho
La víctima del esquema en el que triunfa Dembélé puede acabar siendo su verdugo
Los fichajes son una gran distracción veraniega para los aficionados al fútbol. En el caso del Barça, sirven para amenizar los partidos de pretemporada a horas intempestivas, y para ilusionarse con algunos de ellos hasta el punto de imaginarlos en el equipo titular. Luego ya llega la competición y vemos como las caras nuevas esperan su turno en el banquillo mientras resuelven los de siempre. Y el de siempre: una bendita rutina.
Pero este año el guion presenta una novedad: la irrupción de Dembélé. Su efervescencia permite creer en el crecimiento de un equipo que con la pérdida de Iniesta necesita encontrar nuevas vías para aspirar a esa Champions que tanto anhela. Pero hará falta paciencia, porque el francés no es un jugador perfecto. Y esa es su esencia: Dembélé no disimula. Sus actuaciones acumulan aciertos y errores por igual, cosa que le mantiene constantemente en el alambre y a sus partidarios sufriendo para que no caiga, para que se mantenga en pie y consiga incluso ser determinante como lo fue ante el Valladolid. Porque quizás es su imperfección la que nos atrae, ante tanta convencionalidad: un extremo de los de siempre.
El puzle de Valverde
Pero el buen rendimiento inicial de Dembélé, en el retorno del añorado 4-3-3, se cobra hasta el momento una víctima: Coutinho. El brasileño tiene que reciclarse como interior, la posición que le ha reservado el técnico y en la que le imaginó Robert Fernández cuando lo fichó, tal como explicaba hace unos días en beIN Sports. Pero no se le ve cómodo. Su falta de presencia en el juego en momentos delicados, su tendencia a la verticalidad y su poca pausa no invitan al optimismo. Un cambio de dibujo podría permitir un equipo más natural, con Busquets y Rakitic alineados para guardar las espaldas de Coutinho, Messi y Dembélé como mediapuntas, aunque eso también nos llevaría a un Barça más vertical.
En cualquier caso, será interesante ver cómo resuelve el puzle un Valverde que ha pasado a tener dos comodines. La vacante que Neymar dejó el año pasado, una ausencia que el técnico nunca hubiera querido tener, le dio sin embargo aire para gestionar el equipo, para matizar la estrategia en función del rival. La salida de Iniesta, menos traumática aunque más dolorosa por su peso histórico, amplia su margen de intervención a dos piezas.
Dos vacantes que no tienen un dueño fijo y por las que deberán luchar los fichajes de esta temporada, además de Coutinho y Dembelé, que parten con ventaja para ser el décimo y el undécimo hombre. Del rendimiento conjunto de ambos depende que Valverde no tenga la tentación de asegurar en partidos exigentes con Arturo Vidal o de conseguir más control con Arthur, sacrificando a uno de los dos.
Y ahí, Dembélé tiene las de perder: más anárquico, más imperfecto, más prescindible por jerarquía que el brasileño. Si Coutinho no consigue adaptarse al centro del campo, su desplazamiento como atacante supondrá la suplencia del francés. La víctima del esquema en el que triunfa Dembelé puede acabar siendo su verdugo.
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