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'Déjà vu'. La historia se repite

JOSEP MARIA POU

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La historia se empeña en repetirse. Una sensación de continuodéjà vuhace que nos sintamos como ínfimas partículas dentro de un bucle sin fin. Por ejemplo, sucede ahora en Budapest (Hungría) algo que parece copia exacta, aun con ligeras diferencias en los matices, de lo que ocurrió aquí hace 17 años con motivo de la puesta en marcha del Teatre Nacional de Catalunya.

Fue en noviembre de 1996. El TNC que dirigíaJosep Maria Flotats inició sus actividades con la inauguración de la Sala Tallers (RIP, ¡qué poco dura la alegría en la casa del pobre!) y el estreno de Àngels a Amèrica, de Tony Kushner.Fueron tiempos de tensión y de polémica extrema. A favor y en contra del proyecto de Flotats,antes del estreno. A favor y en contra de la obra elegida porFlotats, después del estreno. Recuerdo haber vivido aquellos días con enfrentamientos sobrados de pasión por ambas partes, con mentiras y difamaciones, con verdades dichas a medias, con declaraciones interesadas. Ya sabemos como terminó: con la defenestración deFlotats y con muchas heridas abiertas, algunas todavía por cicatrizar. Quiero quedarme, sin embargo, con otro recuerdo: el de una Sala Tallers repleta a diario de un público puesto en pié aplaudiendo -¡vitoreando!- un espléndido espectáculo y una obra muy necesaria. Celebrando el teatro, en definitiva.

Gobierno conservador

Ahora, en Budapest, ciudadanos y Gobierno andan a la greña por la misma función y casi idéntica situación.Angels in Americase está representando en su Teatro Nacional con la aprobación de un público que ha agotado todas las localidades hasta el 30 de junio (lo que hace que la reventa se cotice al alza, muy al alza, en el mercado negro), que ya la ha convertido en el mayor éxito de la historia del teatro de ese país (su prensadixit)y que al final de la representación se levanta como un solo hombre, no solo para aplaudir a los artífices del espectáculo sino, sobre todo, para mostrar públicamente su apoyo a Robert Adolfi, director artístico del teatro y responsable de haber programado una función que desagrada profundamente a un Gobierno conservador que ya le ha despedido y nombrado en su lugar a un nuevo director, el cual, en sus primeras declaraciones, asegura «que va a devolver al Teatro Nacional la dignidad perdida hasta convertirlo de nuevo en un lugar sagrado, volviendo, para ello, a las auténticas raíces del teatro húngaro».

Lo dicho,déjà vu.

Y miedo, mucho miedo.