Defensa de la tribu

Anna Gabriel ha puesto el foco sobre un modelo familiar que la sociedad está haciendo inviable

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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No conozco a Anna Gabriel, y aunque no comparto algunas de sus posiciones políticas le agradezco, como ciudadana que cree en la política como única herramienta para la convivencia, que coloque, a su pesar, ciertos temas en los medios. Ya lo hicieron otras mujeres de la CUP dando a conocer alternativas a compresas y tampones, industria gigantesca con millones de consumidoras cautivas e importantes consecuencias para la salud y la vida cotidiana del 50% de la población, y ahora lo ha hecho Gabriel colocando el foco sobre el modelo familiar convencional, un modelo que, entre otras cosas, la propia sociedad hace cada vez más inviable.

La tribu a la que se refiere la señora Gabriel es un concepto conocido para cualquiera que haya leído un poquito sobre dinámicas familiares o haya pensado por sí misma sobre su propia dificultad para criar hijos en este mundo de ciudades y rutinas inabarcables. En tribu se han criado a lo largo de los siglos los niños, entendiendo por tribu los parientes, hermanos, tíos y tías, abuelos, pero también vecinos, habitantes de la misma corrala, del pueblo o del barrio. No hay que ser ningún sabio ni experto. Un análisis de andar por casa de las condiciones en que crecieron nuestros padres en los años 40, nosotros en los 70 y nuestros hijos hoy nos dará una foto certera de cómo las familias han ido menguando y disgregándose como espacio de desarrollo para la infancia. Somos un país en el que abundan los hijos únicos, en el que vivimos lejos de nuestros parientes más próximos, en el que por lo general no conocemos a nuestros vecinos y ni llamamos a sus puertas para pedir una taza de azúcar ni ellos llaman a las nuestras. Una sociedad individualista en la que se potencian la competencia y la desconfianza entre trabajadores, la productividad y la eficiencia son mandatos y los niños estorban si no es para venderles productos a sus padres. No hay que ser un genio para entender que niños y progenitores necesitan una red, pero sí muy cazurro para insultar a quien habla de ello.