La clave
Debajo del 'top manta'
Bernat Gasulla
Subdirector
BERNAT GASULLA
Que sea un juez quien esclarezca si en la muerte del vendedor senegalés de Salou se ha cometido algún delito. Que sea la Conselleria de Interior quien determine si la actuación de los agentes --acompañados por una secretaria judicial-- fue justificada, diligente y empleó únicamente la fuerza necesaria. Pero deberíamos ser todos los que, una vez aclarado qué pasó en ese fatídico balcón, nos preguntemos por qué toleramos según qué formas de explotación y solo simulamos alarmarnos cuando un suceso hace estallar el polvorín.
Uno quiere confiar en que la administración de justicia acabará determinando si algún agente de los Mossos d'Esquadra fue responsable --voluntario o no-- de la muerte del mantero. Sin embargo, uno también tiene casi la certeza de que nadie con mando en plaza logrará llegar al verdadero fondo de la cuestión y destapar toda la basura económica y, sobre todo moral, que se acumula debajo del top manta. Una inmundicia que es, además, de carácter global y producida por organizaciones mafiosas de carácter internacional.
Norte y sur
Las imágenes de los disturbios del martes en Salou son solo una de las caras del siniestro prisma de la creciente brecha que se ha abierto entre el norte y el sur. Este verano nos está dando demasiadas muestras de ello en Grecia, Italia y otros puntos de la opulenta y esclerótica Europa.
Aquí, en Catalunya, policías y vendedores están enredados en una patética persecución sin fin, tan dramática como surrealista. Los vendedores legales señalan a los manteros y los agentes los persiguen. Es una enorme paradoja y, a la vez, un círculo vicioso al que se enfrentan numerosos extranjeros residentes en Europa: condenados a la ilegalidad para sobrevivir, extorsionados por mafias, perseguidos por la policía y ninguneados por los autóctonos. La realidad parece empeñarse en quitarle la razón al mantero que sentenció que «lo importante es la persona, no la mercancía».
Mientras, los responsables reales de las redes de comercio ilegal y los clientes que los engordan siguen de rositas. La guerra, deben pensar, no va con ellos. Hasta ahora han tenido razón.
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