Intangibles

Datos que eluden los temas clave

GUILLEM LÓPEZ-CASASNOVAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mientras sesudos analistas argumentan, a la vista de la evolución del mercado de trabajo o del bursátil, que  el repunte coyuntural del consumo apunta ya a la salida de la crisis, otros temas de más calado quedan postergados y no consiguen aflorar en el debate público. Me refiero, sobre todo, a cuestiones estructurales que tienen que ver con los cambios en los modelos sociales, en los equilibrios generacionales, es decir, en el bienestar residual de nuestros jóvenes.

Con sinceridad: que se vislumbre la salida del túnel con un crecimiento, tras reiteradas caídas de renta, del 0,5% o del 1%, como prevén los estadísticos para la economía española, o que se tiren cohetes ante la evolución del paro sin creación de empleo neto alguno, ni que sea del menos valioso, y que se busque la recuperación en una mejora del consumo privado, que sabemos se mueve por espasmos, me parece un error. En primer lugar, porque la propia marcha de la economía no está en nuestras manos: podemos diagnosticar, si acertamos, pero no contamos con autonomía suficiente hoy en nuestra política económica para realizar las correspondientes prognosis.

Dependencia exterior

La evolución económica a corto plazo dependerá  de lo que suceda con la demanda exterior, de cómo la nueva gran coalición alemana gestione la UE, del BCE y su nueva supervisión financiera,  y, si me apuran, de lo que ocurra en los mercados globales de materias primas o en las próximas elecciones europeas, en las que puede configurarse como primer partido en Francia, y en algún otro país, un fascismo de nuevo cuño que haga tambalear el euro.  Lo que permitan adivinar en este contexto los supuestos indicadores anticipados de bolsa o la volátil prima de riesgo de nuestra deuda soberana me resulta poco verosímil.  Todo ello puede cambiar de la noche a la mañana.

Mientras nos concentramos en el análisis de aspectos multifactoriales en los que escasamente podemos incidir, olvidamos  los problemas que se agravan día a día y cuya solución sí depende de nuestras acciones. Así, desconocemos qué está pasando con el excedente empresarial que se está acumulando con la contracción salarial: a qué país se dirige, en qué tipo de inversión, visto que en nuestra economía no se atisban reformas estructurales alternativas.

Se agrietan las bases de la cohesión social (más polarización y desigualdad) a medida que la divergencia en renta y riqueza se concretan cada vez más en desigual acceso a la educación, a la cultura y a los hábitos saludables. Al gusto, parece, del entorno, lo que previsiblemente aumentará la diferencia social en la esperanza de vida. Se acumulan bolsas de pobreza que no emergen y para las que los gestores del gasto social no tienen capacidad de respuesta, ni preventiva ni reactiva.

Retroceso educativo

Mientras, se aceleran los graves problemas intergeneracionales: las políticas activas de ocupación pueden esperar, los ciclos formativos no mejoran, la renta media de los jóvenes disminuye, especialmente ponderando su aleatoriedad y el retraso en el acceso al mercado de trabajo; su renta disponible se hace añicos ante el coste de la vivienda, de acceso al crédito, a la economía formal que genere pensiones futuras, a la necesaria emancipación familiar. A la vez, se reduce la expectativa hereditaria de estos jóvenes ante sus mayores,  más longevos y que concentran en menos hijos el necesario y costoso soporte familiar de los cónyuges supervivientes dependientes.

Aflora el desequilibrio entre generaciones: históricamente el mercado compensaba a los jóvenes por su mejor formación y productividad, y el gasto público financiado por ellos resarcía en bienestar a los mayores a través de las políticas sociales. Ahora lo uno ya no va con lo otro. Y ante la falta de indicios de que España encuentre un nuevo camino de crecimiento y prosperidad, o de voluntad de refocalizar las políticas públicas, se me antoja una pérdida de tiempo  discutir si un aumento del PIB del 0,5% o del 0,7% señala o no el final de la crisis.

No es mi intención criticar a quienes con ello quieren levantar el animal spirit de la economía, que como ciencia social se puede mover por efecto contagio. Pero no conviene que tanta ilusión nos haga irremediablemente ilusos al observar la realidad que tenemos delante.