La culpa no es de Podemos

Tomás Navarro

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La culpa no es de Podemos. Tampoco de Pedro Sánchez, ni de Albert Rivera ni de Mariano Rajoy. Quizás creas que la culpa es de los Catalanes, de Ada Colau o de Puigdemont. Tampoco, vas errado. ¡Ya sé! La culpa es de los cofrades. ¡Pues tampoco! ¿Del ejército? Nada de nada.

La culpa es nuestra. Solo nuestra. Sí nuestra. ¿Qué quienes somos nosotros? Pues nosotros. Todos nosotros. Tú y yo y todas y cada una de las personas que conoces tú y que conozco yo. Creemos que la culpa de lo que nos ocurre es de otra persona, diluimos nuestra responsabilidad y dejamos de esforzarnos esperando que pase algo o que alguien haga algo. Nada nuevo bajo el sol. A principios del siglo pasado Ringelmann bautizó lo que acabo de describir como holgazanería social.

Más tarde Latanné descubrió que cuanto más cueste identificar las aportaciones de una persona será más fácil que se diluya la responsabilidad y el sentimiento de contribución, es decir, que le pondremos más morro ya que es más difícil conocer las aportaciones que realizamos por el bien del grupo.

Karau y Williams nos proponen que cuánto mayor sea el grupo y menos se conozcan sus integrantes entre ellos, mayor será el nivel de pasotismo de las personas que lo componen. Algo más tarde, ya a principios de nuestro siglo, Chidambaram descubre que el aliento del amo engorda el caballo, es decir, que si no nos sentimos observados ni presionados no movemos ni un dedo… Cuanto más anónimo sea todo mejor.

Y aquí es cuando tenemos todo lo que necesitamos para entender lo que está ocurriendo. La anónima gran masa facilita la disminución de la responsabilidad personal por lo que, consecuentemente, no hace falta que nos esforcemos lo más mínimo para conseguir algo, aunque sea beneficioso para nosotros mismos.

Pero es que además ahora tenemos un nuevo fenómeno que tendríamos que estudiar que es el activismo de redes sociales que nos permite quejarnos con tan solo mover un dedo. Quejarnos es más fácil que pasar a la acción. Bueno, tampoco queremos vernos como unos vagos y perezosos personajes insolidarios y egoístas. ¡Por favor! Hay unos mínimos. Vamos a mínimos; y para cubrir el expediente las redes sociales ya nos valen ya que de esta manera tenemos un aparente reconocimiento y no hace falta asumir ni una sola incomodidad.

Pero seamos optimistas. Nos queda un ápice de esperanza. Karau y Williams descubrieron que si somos capaces de motivar a una persona, ésta será más propensa a hacer algo por los demás, a promover la facilitación social y a movilizar a las personas que tiene cerca. Así que ahora me surge una pregunta. Pero… ¿Qué necesitamos para motivarnos?

Diluimos la responsabilidad como si no fuera con nosotros… pero sí que va con nosotros, no te equivoques. No busques una cabeza de turco, no busques un responsable, ni un culpable. Nadie hará nada por ti. En Cataluña tenemos un dicho, un refrán, una frase hecha, una máxima: ‘Si vols estar ben servit fes-te tu mateix el llit’. Traduzco. Si quieres estar bien servido hazte tu mismo la cama.

Debatimos acaloradamente, nos enfadamos y nos indignamos, pero a la hora de cenar volvemos a casa tranquilamente, nos vamos a dormir relajados y aquí no ha pasado nada hasta mañana.

Pues no olvides que la culpa es tuya. También mía. Yo formo parte del mundo, exactamente igual que tu. ¿Crees que es mucha responsabilidad? ¿Mucha presión? Pues sí, pero como no podemos soportar tanta responsabilidad pues nos tenemos que distraer, desconectar y evadir; y entre evasión y evasión la vida pasa, todo sigue igual y mañana será otro día… Un día más, exactamente igual que el anterior ¿Qué crees que va a pasar si tú no haces nada? ¿Quien lo va a hacer por ti? Haz algo, dentro de tu ámbito de influencia. No creas que es poca cosa, todo suma y todo contribuye. Haz algo por el bien colectivo. Intenta ir más allá de tus propias necesidades y asume que un sistema social se construye y evoluciona por las mejores aportaciones de las personas que lo componen.