El culebrón del clima

MIQUEL CARRILLO

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Las cumbres del clima son como aquellos culebrones venezolanos, en los que si te pierdes un capítulo no pasa nada, pasas al siguiente y asunto zanjado, Luis Alberto Miguel. Por eso, porque no pasa nada, todo es retórica estudiada al milímetro, que no conduce a nada tangible. Tengo una amiga que, después de acudir fielmente a todas las citas anteriores, este año no ha podido estar presente en Lima. Con cierto alivio me confiesa que llegó a pensar que era ella la gafe, que provocaba que cada año los acuerdos a los que se llegaba (siempre de madrugada, no sé si se han dado cuenta) fueran paulatinamente peores. Pues no, este año ha superado al anterior, y ella no estaba, lo que indica que probablemente exista algún fallo estructural que condene a la diplomacia climática a pasarse tantas noches en vela para nada. Tantas noches sin dormir, como decía aquel anuncio.

Porque las alteraciones climáticas parecen ser ya algo aceptado por todo el mundo, incluido seguramente el primo de nuestro presidente. Son algo tangible, tanto como que especies marinas de Cabo Verde ya se ven dos mil kilómetros más al norte, en Canarias, por el cambio de temperatura en las aguas de aquellas islas,o que este puede haber sido el año más caluroso desde que se tienen registros. No hace falta hablar del aumento en la frecuencia de fenómenos devastadores como los tifones: pronto, a los representantes de Filipinas ya nadie les hará caso por mucho que lloren. Todo el mundo dará por descontado que en paralelo a la cumbre climática en curso se estará celebrando alguna operación de evacuación masiva por aquellos mares.

La sensación de impotencia es inmensa porque las alteraciones climáticas van a estar en la raíz de los problemas de pobreza, paz y derechos humanos que se gesten en las próximas décadas, si no lo están siendo ya. Desplazados por catástrofes ambientales, acaparamiento de tierras fértiles y recursos hídricos, migraciones a ciudades desestructuradas, etc. Nuestra respuesta es poner en una urna todos esos problemas y separarlos de nuestra acción diaria como sociedades, en lo económico y lo político. Dedicamos, cada vez menos, algunos recursos a mitigar los impactos de esa alteración climática y enviamos a delegaciones de científicos y embajadores a lejanos palacios de congreso, a una lucha imposible contra el reloj.

Pero el problema está en casa y tiene que ver con la incoherencia de nuestras políticas públicas: en estos días hemos conocido que el Gobierno Central va a incentivar el 'fracking' y las prospecciones en busca de nuevos recursos hidrocarburíferos, con nuevos impuestos para las autonomías en los que se desarrollen dichos proyectos, como si el problema fuera ese, repartir mejor el botín. ¿De dónde creen Soria y Rajoy que sale el CO2 que nos amenaza? ¡Claro que no se reduce poniendo más gasolina en el depósito! Por supuesto, España está hiper-mega-ultra-re-comprometida en la lucha contra el cambio climático, a la vez que sigue sin rechistar el mainstream del oligopolio energético, que no se cansa de mostrar cómo los EE.UU. están convirtiéndose en un país autosuficiente energéticamente gracias a esa nueva manera de exprimir la tierra. Por no hablar del vergonzoso desmantelamiento de las renovables. Surrealista o delirante, ya no sé, pero muy peligrosa tanta falta de visión de conjunto.

En serio, les cambio toda la cooperación al desarrollo de los próximos veinte años (si es que existe todavía) por un poco de coherencia ambiental en nuestra acción como país y sociedad. Ya sé, no habrá ni fotos de grandes hacedores de acuerdos minúsculos, ni bonitos carteles de solidaridad 'desinteresada', pero quizás así los protagonistas de esta telenovela acaben en la piscina, como es habitual, y no en el fondo del océano.