DOS MIRADAS

Cuento sin corazón

EMMA RIVEROLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El empleado trató en vano de convencer al director del banco de que estudiara aquel caso de impago. La familia era cliente de la entidad desde hacía 20 años. Gente seria, ahorradora, cumplidora. Un cúmulo de infortunios les había impedido afrontar las tres últimas cuotas de la hipoteca. Rogaban una renegociación hasta el mes de abril, entonces podrían satisfacer los pagos. Pero el director era inflexible. Si no pagan, al juez y a la calle.

Aquella noche, el director se despertó inquieto. Algo iba mal. Una punzada intensa en el pecho le robó por unos segundos el sentido. Con la respiración entrecortada, la piel bañada en sudor frío y aquel puñal clavado, se esforzó en abrir los ojos y aferrarse a la vida. En la ventana, una enorme luna llena parecía observarle. Una gélida, blanca e inerte luna muerta. El director sentía que su latido también se detenía para siempre. De repente, un destello lejano le aguijoneó. Las luces de un árbol de Navidad se habían prendido. Justo en el piso de la familia morosa. Tin, tin, parpadeaban las pequeñas bombillas. Pum, pum, empezó a latir su corazón. Tin. Pum. El dolor comenzó a ceder. Tin. Pum. Su pulso se fue acompasando. Tin. Pum. La muerte se iba.

Al día siguiente, el director comunicó al empleado que no cursara el caso del impago al juez. Es solo un retraso, aclaró, al ver la sonrisa ilusionada del oficinista. El 10 de enero, procede.