Obama no estaba muerto

ALBERT GUASCH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Como la canción, Barack Obama no estaba muerto. Puede que noqueado, pero su hoja de servicios no estaba aún para auditorías definitivas.

Cuando los demócratas cayeron con estrépito en las elecciones legislativas de noviembre y perdieron las dos cámaras del Congreso, muchos escribieron el deprimente réquiem de su presidencia. Su pragmatismo radical le ha llevado a navegar por aguas templadas, sin riesgos. Era un réquiem basado en las escasas expectativas, más que por la falta de tiempo. Si uno se atreve, dos años pueden dar para mucho.

Con la reapertura de un histórico diálogo con CubaObama ha tenido la audacia que le ha faltado en la mayor parte de su mandato. Ayudado por Canadá y el siempre audaz Papa Francisco, Washington y La Habana aparcarán el orgullo y se verán finalmente cara a cara. Una decisión labrada durante 18 meses de secretas negociaciones que posiblemente alteren de forma sustancial su legado presidencial, esa figura de porcelana que todo presidente de EEUU cuida con mimo desde el momento en que pisa el despacho oval.

En la última recta de mandato, sus inmediatos antecesores intentaron siempre arreglar el balance de logros con la consecución de la inasible paz entre israelís y palestinos. Se diría que Obama no ha querido ni perder un minuto en ello. Misión imposible. La mirada hacia Cuba le puede dar un trofeo tan inesperado a estas alturas como extraordinario. Hizo historia al entrar en la Casa Blanca y un barbudo contratista llamado Alan Gross puede servirle de palanca para salir también haciendo historia.