EL CONFLICTO CATALÁN

Cuando nadie hace lo que 'tocaría'

El progreso y la paz social están en riesgo. Y la política es la primera víctima

Carles Puigdemont, en el pleno de suspensión de la DUI del 10 de octubre en el Parlament

Carles Puigdemont, en el pleno de suspensión de la DUI del 10 de octubre en el Parlament / JULIO CARBO

LAIA BONET

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Los últimos días, con la sucesión de escenarios inimaginables y de decisiones cada vez más imprevistas, se han escuchado más y más voces que expresaban una creciente incomprensión sobre las razones que llevaban a cada una de estas situaciones.

¿Cómo entender que quien dice querer volver a la normalidad del Estado de derecho lo haga convocando unas elecciones en las que con toda probabilidad una parte significativa de los eventuales candidatos no podrán hacer campaña por estar bajo prisión provisional sin fianza?

¿Cómo entender que quien dice querer volver a la normalidad del Estado de derecho lo haga permitiendo que un fiscal general, reprobado por el Congreso por su dudosa profesionalidad en relación a los investigados del PP en los casos de presunta corrupción, presente una querella por unos delitos por los que la gran mayoría de expertos consideran que no se dan ni siquiera los elementos más básicos del tipo penal? ¿Y lo haga permitiendo que se apropie de la competencia la Audiencia Nacional aunque resulta jurídicamente más que discutible?

El objetivo de todo líder político es resolver los conflictos, no perpetuarlos o servirse de ellos para alcanzar objetivos a corto plazo, personales o electorales

¿Cómo entender que quien dice defender la legalidad la debilite más y más blindando a todo posible cambio y haciéndola inútil, así, en su primera y última razón de ser (resolver los conflictos que en cada momento existen en una comunidad)?

¿Cómo entender que quien dice defender el Estado lo ponga en cambio cada vez más en crisis? ¿Cómo entender que quien dice querer ensanchar la base social de un proyecto político legítimo, la independencia, opte por una estrategia unilateral, que necesariamente lleva a debilitar indefectiblemente esta base y a impedir el reconocimiento internacional?

Las herramientas propias de un Estado

¿Cómo entender que quien admite no disponer claramente de las herramientas propias de un Estado, decida presentar batalla sin prepararse realmente para las embestidas contrarias, al contrario, haciéndolo todo con la bandera del #tenimpressa?

¿Cómo entender que después de llevar a cabo el paso definitivo con la votación de una declaración de independencia no se produzcan ni gestos simbólicos ni actos jurídicos de ningún tipo por parte del Govern de la Generalitat?

¿Cómo entender que quien dice proteger la república declarada ponga en marcha a la vez dos estrategias y dos relatos difíciles de compaginar (una hecha desde Bruselas, alegando la falta de seguridad para ser juzgados con objetividad en España; y la otra en Madrid, asumiendo las primeras decisiones judiciales)?

Resolver los conflictos existentes

Entenderlo pasa por imaginarse qué pretendía exactamente aquel que en cada uno de estos escenarios se decantaba por una determinada opción. Si algo quizá podemos extraer ya de los últimos capítulos de este conflicto es que la incomprensión expresada ante las decisiones tomadas, radica en el hecho de que muchos todavía pensamos que el objetivo de todo líder político, que actúe desde una verdadera responsabilidad, es resolver los conflictos existentes, no perpetuarlos o servirse de ellos para alcanzar objetivos a corto plazo, personales o electorales.

Cuando nadie hace lo que tocaría, preocupémonos. El progreso y la paz social están en riesgo. Y la política es la primera víctima.