PEQUEÑO OBSERVATORIO

Cuando fui un fotógrafo premiado

Intentando poner orden, he encontrado un inesperado y modesto documento que tenía absolutamente olvidado

Cámara de fotos

Cámara de fotos / periodico

Josep Maria Espinàs

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Si el lector de EL PERIÓDICO me preguntara, ahora, cuál es el hecho más singular y persistente de mi vida probablemente daría esta respuesta: el ejercicio del articulismo. También he practicado, modestamente, el arte de la canción en aquellos tiempos del franquismo. La canción utilizada como un instrumento pacífico de lucha por la libertad.

Y hace pocos días, intentando poner orden en el confuso papeleo que me rodea cuando escribo, he encontrado un inesperado y modesto documento que tenía absolutamente olvidado. Es un diploma que me concedieron el 30 de abril de 1971.

¿Cuál era el motivo que justificaba ese honor? No tenía nada que ver con mi oficio de escritor. Lo transcribo literalmente: "Por su aportación fotográfica al primer concurso-exposición de fotografías, diapositivas y películas sobre Extremo Oriente". El concurso había sido organizado por los consulados de India, Japón, Pakistán y Tailandia, con el patrocinio del Ayuntamiento de Barcelona.

No existía la tecnología fotográfica actual, que permite "ametrallar", por decirlo así, el objeto o la persona que deben ser retratadas. (Incluso "retratar" es una palabra habitualmente sustituida por "fotografiar". Tanto si se hace referencia a una persona o un paisaje). Y esta distinción me ha hecho pensar, ahora, que la calidad de las fotos que hice eran más testimonios humanos, más bien pescados al vuelo que una trabajada obra artística.

Además hablábamos de 'carretes', que solo ofrecían la posibilidad de "disparar" una docena de veces, y esto obligaba a pensar si valía la pena malgastar una foto cuando más allá podíamos encontrar una escena más interesante. Este es un dilema humano: actúo o espero.