Y cuando despertamos, todo estaba politizado

Cualquier cosa que se haga -incluso este artículo- va acompañada de la sombra de la sospecha, del recelo, del prejuicio

Asistentes a la manifestación 'No tinc por'.

Asistentes a la manifestación 'No tinc por'. / periodico

Jordi Évole

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No puedo evitar que se me escape la risa cuando oigo a alguien decir “no hay que politizar tal o cual cosa”, porque normalmente desde el momento que se pronuncia la frase empieza la politización. Está politizado el fútbol, están politizados los nombres de las calles, los medios de comunicación, la memoria histórica, los aeropuertos, los conciertos a favor de los refugiados (sé de lo que hablo), hasta las playas están politizadas. Sí, las playas: el otro día en una de la Costa Dorada pasó una avioneta publicitaria con la palabra “Democracia”, creo que patrocinada por Omnium Cultural, y al día siguiente pasó otra con el “Sí” del referéndum, creo que patrocinada por la Assemblea Nacional de Catalunya. Lástima que no tirasen pelotas, como antes. Lo más político que había visto yo en avionetas de playa era el mensaje ochentero de “Rumasa, 5 años de lucha”, pagado por Ruiz Mateos. Yo fui a EGB.

Con estos precedentes, ¿cómo no vamos a politizar un atentado? Con la experiencia en politizar atentados que tenemos. Si España fuese una marca comercial podría llevar como eslogan “España, politizando atentados desde 1897”. El atentado de la Rambla se politizó la misma tarde de los hechos, aunque los líderes de primera fila –Rajoy, Puigdemont y Colau- guardasen las formas. Al día siguiente, artículos y editoriales decidieron mezclar –oh, sorpresa- “procés” con atentados.

Siguió la politización con políticos de segunda línea y articulistas de primera proclamando que Cataluña, con la gestión de los atentados, ya había actuado como un Estado. Hasta hace poco los mismos decían que España era un Estado opresor. Curioso estado autoritario que mientras oprime permite al territorio oprimido comportarse como estado independiente. Luego se politizó una rueda de prensa cuando un periodista holandés pidió al MVP de estos días –el mayor Trapero- que contestase en castellano y muchos celebramos el “Buenupuesmoltbépuesadiós”. Y siguió la politización: como los Mossos recibían muchos elogios, y el relato estaba cuajando, algunos medios decidieron desprestigiarlos, aunque el motivo de fondo era simplemente político: que los independentistas que gobiernan en Cataluña no se pudiesen apuntar un tanto.

Y el último episodio de politización del atentado (pero, tranquilos, no será el último) fue la mani del sábado. No fue una mani, fue otra cosa. Ya desde el principio. Porque la gestación de la misma ha sido un parto con dolor. No se puede pretender una mani unitaria cuando lo que hay es de todo menos unidad. Aún así, miles de ciudadanos acudieron con el único propósito de homenajear a los muertos y rechazar cualquier tipo de violencia. Ni más ni menos. Pero otros, con todo su derecho pero dudo si eligiendo el mejor escenario, aprovecharon para hablar de su libro. Temían tanto ser manipulados por el otro, que algunos (insisto, algunos) debieron pensar: “Antes que nos manipulen, manipulemos nosotros”.

Ya el viernes escuché una tertulia donde se especulaba con la posibilidad que hubiese manifestantes que acudiesen con banderas esteladas y españolas. Se ve que había chup chup. Les juro que no me lo creí. Pensé que si había serían muy pocas, y que la marcha tendría como protagonista el grito unánime de “No tinc por”. No me llamen iluso porque tenga una ilusión. La realidad fue que, por un lado, se repartieron banderas españolas de plástico. Otros las llevaban de casa. Pero quedaron prácticamente eclipsadas por la cantidad de esteladas con crespones negros (tal y como había pedido la ANC), porque en puestas en escena efectistas y televisadas es muy difícil ganar al independentismo, con años de experiencia a sus espaldas. He alucinado bastante con los que para justificar la presencia de sus banderas han dicho que otras manifestaciones contra el terrorismo habían estado plagadas de banderas españolas. ¿De verdad que para construir un nuevo país copian las maneras de hacer de la España más rancia?

Sí que pensé que el Rey se podía llevar algún silbido. Alguno. Pero no la que le cayó, equiparable a los que ya ha recibido en las finales de su copa. Entiendo la protesta (aunque creo que no era el día) por la hipocresía de un jefe de estado que llega a acuerdos comerciales con Arabia Saudí y asiste a una mani contra el terrorismo yihadista. Pero si, a nivel ético, los catalanes somos tan exigentes (que me parece genial que lo seamos), me hubiese gustado ver manifestaciones de protesta a las puertas del Nou Camp cuando al equipo-símbolo de Cataluña lo patrocinaba Qatar Foundation o Qatar Airways.

Creo que a estas alturas del partido entre indepes y no indepes, cualquier cosa que se haga -incluso este artículo- va acompañada de la sombra de la sospecha, del recelo, del prejuicio. ¿Algún día volveremos a intentar entender al otro? Nos hemos acostumbrado a hablar de “ellos” y “nosotros”, sin olvidar a los muchos catalanes que se lo miran con distancia, hastiados, aburridos, después de cinco años agotadores. Pero los más cafeteros, se miran por el rabillo del ojo, se vigilan, a ver si el otro la caga más. Creo que esta semana hemos sentido una cierta vergüenza por actitudes incluso de “los nuestros”. Los lectores fieles de algún periódico que no han soportado la línea editorial de su diario, o los muchísimos catalanes que habiendo asistido a todas las grandes manifestaciones de las diadas, el sábado se abochornaron con lo que vieron. “Això no tocava”. Los independentistas normalmente saben aprovechar sus ocasiones, pero el sábado no tuvieron su mejor tarde.

Y para no saltarnos la tradición, entre unos y otros hemos vuelto a politizar un atentado. Porque igual ya no puede ser de otra manera. Porque cuando despertamos, ya todo estaba politizado. Una lástima, sobre todo después de la lección que nos dieron los servicios de emergencias, el personal sanitario, las diferentes policías (con un papel destacadísimo para los mossos), y la ciudadanía anónima que desde la tarde de los atentados reaccionó con grandeza. Quedan imágenes que te reconcilian con todo: los padres del niño de Rubí abrazando al imán, o la hermana de dos de los presuntos terroristas leyendo entre lágrimas el manifiesto de Ripoll. Solo un día después de los atentados, sin protocolos ni parafernalia, la ciudadanía se sacó de la manga un eslogan ya universal, y en catalán: “No tinc por” (No tengo miedo). Reconozco que vistas las actitudes de algunos, yo empiezo a tenerlo. Menudo septiembre nos espera. Y menudo octubre. Y menudo noviembre. Y menudo…