IDEAS

El muerto (medio) vivo

Lástima que la ingesta excesiva de whisky acabara secando la inspiración de Shane McGowan, líder de los Pogues

portada disco  the pogues

portada disco the pogues / periodico

Ramón de España

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La muerte súbita y prematura de la cantante de los Cranberries, Dolores O'Riordan, ensombreció un tanto una alegre efeméride del mundo pop, el cumpleaños número sesenta del gran Shane McGowan, líder de los Pogues y dipsómano extraordinario al que todos dábamos por muerto antes de los cuarenta. Para celebrar este hecho insólito, el lunes pasado se celebró en Dublín -donde ahora vive el artista, tras unos años en un pueblo de la Irlanda profunda, con una novia que lo aguanta desde hace tiempo- un concierto de homenaje al que se apuntaron luminarias como Nick CaveSinead O'Connor o Johnny Depp (sí, claro, también se coló Bono, pero eso suele ser inevitable). Hasta el presidente de la república y Gerry Adams se apuntaron al jolgorio, demostrando, por si hacía falta, que el señor McGowan es considerado una gloria nacional.

Nacido en Tipperary y trasplantado a Londres de pequeño,

 donde todos se reían de él por su acento y sus prominentes orejas, McGowan fundó en los años ochenta el último grupo con el que este cronista recuerda haber disfrutado de verdad (bueno, hubo otro, Los Lobos). La cosa consistía en un folk acelerado -temas de McGowan y clásicos irlandeses-, interpretado con instrumentos acústicos capaces de hacer más ruido que los eléctricos (lo mismo que intentaron años después, aunque con mucha menos gracia, Mumford & Sons). En esa época, Shane ya era un borracho contumaz, pero el alcohol le funcionaba como gasolina para componer y actuar (aunque a veces se situara a medio metro del micro porque no lo detectaba, como en el concierto de Barcelona que tuve el placer de vivir y beber).

Lástima que la ingesta excesiva de whisky acabara secando la inspiración de nuestro hombre, que lleva veinte años sin dar golpe. Dice que ya solo bebe vino, pero la verdad es que está hecho un asco. Desde su último percance -se dio un leñazo en un estudio de grabación, crujiéndose la espalda- alterna el bastón con la silla de ruedas mientras observa con estupor lo que le rodea. No se le entiende muy bien, pero aún le quedan algunos dientes y un pasado glorioso con el que me alegró la vida. Happy birthday, Shane!