El Radar

Críticas diacríticas

Sede del Institut d'Estudis Catalans

Sede del Institut d'Estudis Catalans / DANNY CAMINAL

JOAN CAÑETE BAYLE

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Sepultados por los temas de proximidad (la convivencia en el espacio público en Barcelona, por ejemplo) y los grandes debates de actualidad del momento, ya sean políticos (la investidura de Mariano Rajoy, el proceso soberanista), ya sean sociales (la precariedad laboral, la sanidad, la educación), subyacen en la conversación pública una serie de pequeños grandes temas que generan encendidas controversias. Es el caso, por ejemplo, del animado debate desarrollado entre varios lectores a cuenta de la decisión del Institut d’Estudis Catalans (IEC) de retocar la ortografía de Fabra para eliminar las tildes diacríticas. Es una limpia importante, ya que solo 14 monosílabos seguirán llevando tilde, en lugar de los 150 que debían llevarlo normativamente hasta ahora.

"Tal vez un argumento crítico es más importante que un acento diacrítico. (...) En el futuro nos costará entender si es la 'dona que dona bens als bens' o si 'venen els ossos dels ossos que venen", escribe Marta Balaguer, de Barcelona.  "Será difícil entendernos, incluso para los más eruditos", se lamenta en su carta Agustí Carbonell, de Sitges, titulada con un indudable tono reivindicativo: "Devuelvan los acentos diacríticos".

Facilitar el aprendizaje

Joan Serra, de Vilada, critica que se justifique la eliminación de los diacríticos para "facilitar el aprendizaje de la ortografía". "Hay cosas que son como son, no dejemos de enseñar cómo se divide por el simple hecho de que a algunos individuos les cuesta dividir. Habría que pedir ciertas tolerancias para estos acentos", añade. Y Blaia Garcia, de El Masnou, expresa una "preocupación": "Tengo 72 años y mi generación no estudió catalán. En casa solo lo hablaba con mi madre. Con mi padre lo hacíamos en castellano". Y ahora Blaia tendrá que volver a aprenderse la norma. Eso sí, ella no le hace ascos al progreso y al cambio: "Sería muy cómodo prescindir de los acentos, hoy en día internet hace que la inmediatez sea importante". A lo que le contesta Xavier Galceran, desde Menorca: "¿Hasta dónde llegaremos? ¿Hasta dónde nos llevará la adaptación a los nuevos tiempos? ¿De verdad tenemos que pensar que las lenguas vivas tienen que "reiventarse" con tal de estar al día con la sociedad?

Las reformas ortográficas, tocarle el diccionario al personal, suele desencadenar debates y muchas críticas, tampoco nos vamos a engañar. "Hace unos días leí que la RAE justificaba la adición de nuevos términos al diccionario (términos que todos consideraríamos incorrectos) diciendo que el uso hace la norma. Si el uso hace la norma, deberíamos plantear a la RAE que para la próxima edición acepten la palabra postureo", escribía Maria Gardó, de Barcelona, en referencia a cambios en el diccionario de la lengua española, y añadía: "RAE, si sigues añadiendo palabras a tu diccionario como culamen, conseguirás que la gente pierda el interés por hablar y escribir bien". Tiempo atrás, cuando en castellano desapareció el acento diacrítico del adverbio solo, hubo una rebelión que aún hoy perdura.

Simplificar la garmática

No todo el mundo opina lo mismo que Gabriel García Márquez, que en un famoso discurso en el primer Congreso Internacional de la Lengua Española propuso: "Simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros". Y añadía: "Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver".

Al contrario. Animales de costumbres, un recorte en acentos es visto por muchos como una agresión y un empobrecimiento. Antes diacríticos que sencillos.