ANÁLISIS

Nada cambia para que todo pueda cambiar en Japón

El holgado triunfo electoral y la excusa de Corea del Norte permitirán a Abe emprender la reforma de la Constitución pacifista

Shinzo Abe sigue los resultados de las legislativas, ayer, en la sede electoral de su partido en Tokio.

Shinzo Abe sigue los resultados de las legislativas, ayer, en la sede electoral de su partido en Tokio.

Cristina Manzano

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Sin sorpresas de última hora, Shinzo Abe ganó ampliamente las elecciones legislativas del domingo en Japón. Ya fuera por debilidad –escándalos– o por fortaleza –ante una oposición fragmentada–, su apuesta por adelantar casi un año los comicios le ha salido bien.

A partir de ahora, con una mayoría de dos tercios en la Dieta, podrá llevar a cabo un programa que pretende abordar, sobre todo, tres aspectos: las demandas de una sociedad cada vez más envejecida, la necesidad de seguir reactivando una economía que lleva años renqueando –aunque, con el tercer PIB del mundo, ya quisieran muchos renquear así- y las crecientes amenazas a la seguridad, ya vengan de una Corea del Norte desatada o de una China cada vez más asertiva.

Sociedad pacifista

Gracias precisamente a la 'excusa' de Corea del Norte, Abe va a poder poner en marcha la más controvertida de sus propuestas: una reforma de la Constitución que permita a Japón tener un ejército 'de verdad', con capacidad de atacar y no solo de defender.

La Constitución nipona fue aprobada hace ahora 70 años bajo la tutela de las fuerzas  de ocupación norteamericanas, tras el fin de la segunda guerra mundial, y su artículo 9 recoge el principio de “renuncia a la guerra”. Igual que ocurrió con Alemania, los ganadores buscaban evitar que Japón pudiera volver a convertirse en una potencia agresora. Y lo lograron. Hoy la sociedad japonesa se encuentra entre las más pacifistas del mundo.

Abe se ha fijado el 2020 como fecha para lograr una reforma que, inevitablemente, tendrá que ser aprobada por los ciudadanos en referéndum. Otra cosa será que entonces lo consiga, porque, pese a su victoria en las urnas, los japoneses siguen estando profundamente divididos sobre la conveniencia de modificar la carta magna con ese fin.

Reconfiguración mundial

Sin embargo, es un paso más, y no solo simbólico, en la reconfiguración del mundo que hemos conocido en las últimas décadas. Por un lado, supone otra muestra del declive de la hegemonía de Estados Unidos, en buena medida autoinflingido: no en vano, el presidente Trump lleva meses avisando a sus aliados de que deben asumir un mayor protagonismo en su propia seguridad. Por otro, el antiguo orden ideológico va redefiniéndose cada día más en un nuevo orden regional, en el que se perfilan además alianzas de conveniencia sobre aspectos muy concretos y pragmáticos, como el cambio climático o el libre comercio.

Así que Shinzo Abe tiene por delante cuatro años más, durante los cuales se convertirá en el primer ministro japonés que más tiempo habrá ocupado el cargo. El panorama político no cambiará enormemente, pero su objetivo final es que sí lo haga el país. Y a todo esto, el partido que ha perdido es el de la Esperanza. Literalmente. Después de su sorprendente victoria en julio, la recién llegada gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, no ha podido capitalizar en las generales su éxito anterior y su grupo ha quedado en tercera posición, muy lejos del vencedor. Ojalá sea solo una metáfora.