Los jueves, economía

Crisis, recortes y populismo político

Los países donde el giro populista ha sido intenso son aquellos en los que ha habido ajustes fuertes

ANTÓN COSTAS

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La noticia política de la semana en Europa probablemente ha sido la elección por las bases del Partido Laborista británico de su nuevo líder, Jeremy Corbyn, un veterano diputado del ala izquierda del partido. En principio, era el candidato con menos posibilidades. Sin embargo, ha arrasado. La importancia de esta elección se puede apreciar en la atención que le han prestado los principales medios de comunicación económica del Reino Unido -'Financial Times' y 'The Economist'-, y también de Europa y de América. Todos encuentran ecos de lo ocurrido en Grecia con Syriza y en España con Podemos. En general, consideran que significa un giro hacia el populismo del partido de Tony Blair.

Su significado trasciende las fronteras de la política británica. La noticia tuvo un impacto inmediato en la política española. Por un lado, el Partido Popular ha aprovechado la oportunidad para llevar el agua a su molino advirtiendo de los riesgos del populismo. Por su parte, Pablo Iglesias, el líder de Podemos, ha saludado alborozado esa elección al considerar que avala su proyecto político. Y Pedro Sánchez lo reinvidica para el socialismo. Tiempo habrá para conocer como evoluciona el liderazgo de Corbyn y si, como vaticinan muchos, se trata de un fenómeno efímero que no llegará ni a las próximas elecciones.

Lo que aquí me interesa es entender a qué responden el fenómeno populista y quienes le prestan apoyo. Antes, dos aclaraciones. Cuando hablo de populismo no estoy haciendo ningún juicio de valor. Utilizo el término para referirme a formaciones políticas alternativas y a giros como el del laborismo británico, que introducen opciones nuevas en los partidos tradicionales. Por otro lado, no me refiero solo a los populismos de izquierdas, sino también a los de derechas y a los nacionalistas.

Una economía sin una segunda recesión

¿Qué impulsa el populismo? El sospechoso más inmediato es la crisis económica. Aunque es una media respuesta. La crisis ha afectado a todos los países, pero el populismo no ha sido general ni de igual intensidad. El caso del Partido Laborista es significativo. El Reino Unido sufrió la recesión del 2009, pero después no ha vuelto a caer en la segunda recesión y su economía va viento en popa y a toda vela. No hay crisis. Y, sin embargo, el Partido Laborista ha girado hacia el populismo. Tiene que haber otro factor.

Ese otro factor son los recortes de gasto social. Fíjense en un dato. Los países donde el giro populista ha sido más intenso son aquellos en los que sus gobiernos han hecho recortes más fuertes. España y, en particular, Catalunya son un ejemplo. El caso inglés también encaja. A pesar de que su economía va bien, los recortes de gasto social de David Cameron han sido los más amplios.

Otra forma de comprobar que son los recortes de gasto social lo que en mayor medida impulsa el populismo es ver quiénes lo apoyan. No son los grupos que de forma más directa e intensa han sufrido las consecuencias de la crisis. Ni tampoco las personas mayores y los pensionistas. Son los jóvenes con formación y sin empleo estable y las clases medias profesionales. Ellos son los que en mayor medida han visto sus oportunidades y sus expectativas afectadas por los recortes de los gastos en educación, sanidad e I+D. La rabia contra los recortes económicos se ha visto alimentada además por el hecho de que se perciben como la factura social del coste de los rescates y ayudas públicas al sistema financiero. La injusticia de los recortes y el malestar con las finanzas tienen mucho que ver con el populismo.

Lecciones para la próxima crisis

¿Qué hacer? En esta ocasión, el mal está hecho y no tiene remedio. Tendríamos, sin embargo, que sacar lecciones para la próxima crisis. El capitalismo es maníaco depresivo, bipolar. Tiene fases de euforia financiera y fases de depresión. Y la volverá a armar.

¿Cómo evitar que la siguiente crisis financiera traiga nuevos recortes y populismo? Dos cosas, al menos. Por un lado, no aceptar sin más la socialización de pérdidas de las instituciones financieras. Es decir, no aceptar la idea de que hay que rescatar los bancos que van mal. Esto favorece comportamientos negligentes y/o fraudulentos de sus directivos. Como en el resto de industrias, en la banca el que la hace debe asumir las consecuencias civiles y penales.

Por otro, hay que proteger a la educación y a la sanidad de los recortes. ¿Cómo? Es fácil: creando una 'hucha de la educación' y una 'hucha de la sanidad' como la hucha que tenemos para las pensiones. Esa hucha es lo que ha permitido durante estos años de crisis que las pensiones hayan salido relativamente bien libradas. ¿Recuerdan la parábola de José y el faraón? ¡¡Pues eso!! Otro día abordaré el diseño de ambas medidas.