Opinión | Análisis
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
El jugador triste
Coutinho parece haber heredado de Alcácer el rol de miembro melancólico del vestuario azulgrana
El pasado viernes, Paco Alcácer marcó su primer gol en la Bundesliga con el Borussia Dortmund. Salió a jugar en el minuto 67 y poco antes del final del partido anotó el 3-1 definitivo. Cuando celebró el gol, todo sus compañeros le agasajaron y él gritó con fuerza, pero luego su gesto se calmó y volvió a ofrecer ese rostro tristón que le conocimos cuando jugaba en el Barça.
Puede que este sea un asunto superficial y Alcácer no sea una persona triste -cada uno tiene la cara que tiene-, pero lo cierto es que hay jugadores que en el campo ofrecen siempre un semblante que provoca compasión. Al gran delantero Bebeto le llamaban 'Chorao', el llorica, porque su juego iba acompañado de unas muecas de pena y tristeza. No se conserva ni una imagen de Anelka, ese delantero francés, sonriente, ni siquiera cuando marcaba goles decisivos, y otro caso es el colombiano Jackson Martínez, que dejó el Atlético para irse a la China y desde entonces cuentan que lleva dos años sin sonreír, ni siquiera para las fotos oficiales.
Igual que en todos los vestuarios hay un jugador guasón, por lógica tiene que haber uno melancólico
Por pura lógica, igual que en todos los vestuarios hay un jugador guasón, tiene que haber uno que sea retraído, tímido o melancólico. Cuando me pregunto quién ha heredado en el Barça —aunque sea temporalmente— la tristeza de Alcácer (y en parte la de André Gomes, segundo clasificado), me viene a la cabeza Coutinho. El brasileño podría ser por juego y tradición el sucesor de la eterna sonrisa de Ronaldinho, pero por el momento solo se la hemos visto jugando con la 'canarinha'. La temporada anterior llegó a mitad de curso, pero la alegría por dejar atrás los cielos lluviosos de Liverpool no terminó de cuajar. Esta temporada debería ser la de la confirmación de su talento y su sonrisa, pero hasta ahora no la hemos visto. Y el problema no es su juego: el sábado, frente a la Real Sociedad, saltó al campo y despertó a un equipo que apenas combinaba, activó a sus compañeros, pero a su vez mantuvo el gesto prudente.
A lo mejor Coutinho es uno de esos jugadores que necesitan contagiarse de la alegría de los demás, y es más que probable que a lo largo de esta liga lo consiga, pero también es posible que parte de sus reservas tristonas se deban a las decisiones de Valverde. El entrenador —otro ejemplo, en su día, de jugador serio— no parece haber encontrado todavía los mimbres del estilo de este Barça, como mínimo cuando juega fuera de casa. En el fondo, las dudas concretas sobre la posición de Coutinho —jugando como interior, o si más colgado al extremo izquierdo, donde por ahora juega Dembélé— son ahora más un problema que una alternativa. El curso es largo y parece improbable que Coutinho no acabe siendo un jugador clave, y además en su mejor posición. Pero no es lo mismo tocar una y otra vez el balón con la intención de defender el resultado –algo que tiene su lado creativo- que perseguir defensas para evitar los ataques del rival. Tampoco es lo mismo tener cara de triste que serlo. Aunque, como todo quisque brasileño, seguro que Coutinho se conoce de memoria esa canción de Antonio Carlos Jobim: "Tristeza nao tem fim; felicidade sim...".
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