Dos miradas

La conversación

Han pasado 65.000 años y aún vivimos pendientes del mensaje que emerge de la roca

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Cada vez que leo una noticia sobre un nuevo descubrimiento relacionado con el arte rupestre pienso en lo que escribió John Berger después de visitar las cuevas de Chauvet. «El artista conversaba con la roca a la luz parpadeante de una antorcha». Me fascina esta interpretación de las primeras voluntades artísticas, es decir, de todo lo que implica voluntad de fijación, de trascendencia, de elaboración de una forma. 

Berger asegura que la roca virgen dice al artista adámico que «todo, los animales y todo lo demás que pintas, ya estaban en mi interior, y tú, con tu pigmento rojo, los persuades para que salgan a la superficie».

Ahora se ha descubierto que los neandertales, hace 65.000 años, ya mantenían este diálogo. Como afirma el investigador del ICREA Joaô Zilhaô, «no veo, en estas pinturas, otro uso que no sea el artístico». Es decir, el inútil uso de lo que no sirve de nada más allá de enseñarnos por qué somos humanos. Porque entendemos el lenguaje de la piedra y lo traducimos, «con la carga simbólica del color de la sangre». 

La creación premeditada y continuada en el tiempo, que atraviesa los siglos. El mismo día que se publicaba el hallazgo visité la Fundació Palau i Fabre. El poeta, ante una pieza de su amigo Miquel Barceló, escribía: «Cuando se decide a usar el rojo, el rojo ya no es un color, es sangre». 

Han pasado 65.000 años y aún vivimos pendientes del mensaje que emerge de la roca.

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