Gente corriente

Conrad Blanch: «Sors celebró la cumbre del Everest con un pitillo»

Jefe de la expedición 'Everest-85'. Hoy, sí, hace 25 años que Catalunya coronó el techo del mundo. Deberíamos celebrarlo.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Es todo fibra. Tienen que verlo. Todo bondad. Han de sentirlo. Todo humanidad. Da gozo hablar con él. Todo sentimiento. Se le caen las lágrimas cuando habla de los compañeros desaparecidos. Y, como gran alpinista, todo complicidad. Conrad Blanch (Barcelona, 1951) está de celebración, sí. Su mente celebra los 25 años de una gran conquista; su corazón no deja de latir por los amigos perdidos en la montaña. Que, desgraciadamente, son legión.

-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: ¿es cierto que hubo uno de sus chicos que celebró la primera conquista catalana del techo del mundo fumándose un cigarrillo?

-Así de chulo fue Toni Sors. Después de hacerse las fotos de rigor, va el tío y se saca un pitillo de la mochila y empieza a dar bocanadas, de placer, supongo, en la cima del mundo.

-Hoy día serían seriamente criticados por un gesto así. Muchos bobos dirían que es un gesto políticamente incorrecto, casi amoral.

-Después de cinco años de preparación, de un intento frustrado en el 83 por culpa del mal tiempo, de muchos compañeros perdidos en el camino, de una ascensión durísima por una arista que solo había sido conquistada por una expedición, casi militar, del Ejército chino, Toni, Òscar Cadiach y Carles Vallès, acompañados por Narayan, Ang Karma y Sombu Tamang, tres extraordinarios serpas, lograron coronar la cima, un día como hoy, hace 25 años, a las seis y media de la tarde. Como comprenderá, si yo hubiese estado allí, quién sabe, igual hubiera compartido, sí, seguro, ese cigarrito con Toni, al que perdimos, dos años más tarde, en una expedición en el Himalaya.

-Ustedes continuamente tienen algo de que lamentarse, algún recuerdo que siempre les viene a la memoria, pérdidas que convierten en emociones todos sus recuerdos.

-Oír a aquellos chicos gritar «¡hem fet el cim!» nos costó mucho sacrificio, mucho dolor, una enorme preparación. Eso sí, tuvimos a toda Catalunya detrás nuestro, y eso lo notamos al regresar. El recibimiento, el eco, la celebración, fue algo que... ¡mire, mire!, aún me pone la piel de gallina. Fue maravilloso. Yo hice mi primera visita a las autoridades de Pekín en el 81. Luego, en el 82, perdí a mis compañeros del alma Enric Font y Pere Aymerich. De aquel dolor me rescató Toni, que me animó a seguir y seguir con la expedición al Everest. Fue todo muy hermoso.

-¿Qué fue lo más duro de aquella conquista? ¿Es cierto que estuvimos a punto de perderlos a todos?

-Cada vez que recuerdo aquella conquista, pienso que estuvimos a punto de perder a nuestros tres amigos serpas, a Toni, a Òscar y a Carles. Nunca antes fue más cierto eso de que lo difícil de coronar unochomiles el descenso, es bajar para celebrarlo, para completar la ascensión. Coronaron la cumbre muy tarde y se les echó la noche encima. De tal manera que tuvieron que hacer unos agujeros en la nieve y hacer un vivac, descansar, dormir, a 8.600 metros, lo nunca visto. No me consta que se haya sobrevivido a un vivac a esa altitud. Pero esos muchachos sí lo hicieron. Su fuerza, su entereza, su solidaridad, les permitió sobrevivir en condiciones extremas. Y ahora, 25 años después, aún lo celebramos.

-Qué distinto a lo de ahora, cuando dicen que cualquiera puede coronar el Everest, al que solo le faltan, casi, escaleras mecánicas.

-No comparto del todo esa tesis. Es cierto que su ascensión se ha masificado, pero el punto de dificultad sigue existiendo. Esa montaña no se deja derrotar tan fácilmente. Para mí lo que más ha cambiado son las comunicaciones. ¡Eso es una pasada! Nosotros transmitíamos nuestras informaciones por morse hasta Lasa, y de allí a Europa. Lo que ahora solucionas con un móvil, eran seis horas. Lo de los teléfonos es estupendo, sí, pero yo prefiero estar solo en la montaña. Eso te une una barbaridad. Hablar con los amigos y familiares mientras asciendes puede servir para darte ánimos, pero también provoca nostalgia y nunca sabes cómo va a reaccionar la gente frente a esa especie de morriña.

-¿Qué dejaron allí arriba?

-Pues nada. Las huellas, que se volatilizaron al momento. Coronar unochomil es un placer muy íntimo, muy tuyo, que puedes compartir con todo el mundo pero que solo tú consigues. Eso sí, nos llevamos lasenyera, cómo no, y el banderín de la candidatura de Barcelona-92 que nos dio Josep Miquel Abad y, ya ve, le dimos mucha suerte, porque al año siguiente nos dieron los Juegos.

-La frase«hem fet el cim», como aquel «ja sóc aquí» de Josep Tarradellas, se repitió mucho ¿verdad?

SEnDSí, es verdad, la he oído repetidas veces. Ha habido una vez que me ha hecho mucha ilusión oírla de nuevo, no sé si fue en broma, pero me encantó, y fue cuando el Barça de Pep Guardiola ganó los seis títulos.