El epílogo

Conflictos inducidos

ALBERT SÁEZ

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Cierta Catalunya tiene una enorme facilidad para interiorizar los conflictos que intentan inducirle desde fuera. Esta semana hemos vivido algunos casos paradigmáticos. A fuerza de escuchar la COPE -primero- e Intereconomía, ahora, el PP deSánchez-Camachoha decidido hacer de la lengua una bandera de su campaña electoral. Ha impugnado de manera oportunista el reglamento de usos lingüísticos del Ayuntamiento de Barcelona. Pero lo queAlberto Fernández Díaz mira en la capital con las gafas de Jiménez Losantos, la ahijada deCamachoen Girona,Concepció Veray, puede encontrarlo lo más normal del mundo y votar a favor. Y para acabar de liarlo, el asunto acaba en manos de la dirección de Madrid, que le pide aVerayque reconozca que mira mal el mundo porque no lo mira como Intereconomía.

Menos mal que la mayoría de la población de Catalunya ve la realidad como la vive, con lo cual el presidentpuede hacer discursos como el de ayer denunciando a quienes quieren asumir el conflicto inducido como propio y utilizar la lengua como bandera, no solo electoral, sino, lo que es más grave, contra la cohesión y la convivencia.

El arte de la Franja

Otro tanto pasa con el supuesto conflicto por las obras de arte que el obispado de Lleida depositó en el museo público y que ahora reclama la vecina diócesis de Barbastro. El obispoPeris no quiere perder el puesto como les ocurrió a sus dos últimos predecesores. Y ha propuesto resolver el conflicto imaginario con el traslado de las piezas. Algunos lo aplauden por considerar que este litigio se ha politizado. Pero su naturaleza política está en la presión que hizo en su momento, por deseo deAznar,el actual cardenal de Madrid,Antonio María Rouco, para hacer coincidir los límites de las diócesis con los de las provincias. Una osadía que ni siquieraFrancoacometió. Y el resultado es que los habitantes de las zonas aragonesas de habla catalana ahora no tienen a su obispo donde tienen el mercado, sino dondeEscrivá de Balaguer quiso hacer su santuario. Pero, claro, el conflicto es catalán.