Un conflicto, muchos responsables

Todos los actores políticos han cometido errores que explican, aunque no justifican, que el conflicto haya llegado hasta la convocatoria del referéndum ilegal del 1-O

Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Jordi Turull

Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Jordi Turull / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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Como si la España del siglo XXI fuera el 'Far West' del XIX, los extremismos llevan un lustro desafiándose a la luz pública. Si esto fuera de bandos, como pretenden los intolerantes enfrentados, este sería el duelo definitivo de OK Corral: solo uno podría quedar vivo. Por fortuna, no es así.

Frente a las falsedades de quienes buscan la confrontación a toda costa, que los hay a ambos lados, emerge otra realidad: ni todos los catalanes quieren un referéndum a cualquier precio, 'peti qui peti', ni en el resto de España es unánime el rechazo a una consulta acordada y vinculante en Catalunya. Las últimas generales y los sondeos prueban que esa es la verdad, la diga Agamenón o su (equidistante) porquero. 

Si nos despojamos de las orejeras gregarias y ampliamos el campo de visión, el conflicto catalán tiene muchos responsables. El error de cálculo del tripartito (2004-2005) al no incorporar al PP al consenso sobre el Estatut. Las campañas catalanófobas de los populares y sus maniobras en el Constitucional para mutilar la Carta catalana (2005-2010). La indolencia del PSOE a la hora de defender ante el alto tribunal lo pactado y votado en Catalunya. El ansia de venganza de CiU por su desalojo del poder, que le llevó a mutilar el Estatut a cambio de recobrar la Generalitat. Las huidas hacia adelante de Artur Mas, que lo pusieron primero en manos de ERC (2012) y luego de la CUP (2015). Una crisis que han gestionado las derechas pero ha indignado y dividido a la izqiuerda. El inmovilismo de Mariano Rajoy en el último lustro. El cisma territorial del PSOE y los consiguientes vaivenes de Pedro Sánchez. La lectura errónea por parte de Junts pel Sí de unas autonómicas que presentaron como las definitivas plebiscitarias y, al perderlas en votos, reconvirtieron en el partido de ida.

Evitar las secuelas

Hasta aquí la retahíla de reproches que explica (pero en absoluto justifica) que la Generalitat y el Estado estén, metafóricamente, en pie de guerra. Hasta el referéndum de independencia (o no) debemos evitar entre todos que esta disputa deje secuelas irreparables en la sociedad catalana. Para que, tras el 1-O, volvamos a ser 'un sol poble'.