Al contrataque
Conductas difíciles
¿Cómo saber si el desafío y la revuelta de nuestros hijos superan la normalidad y es ya un problema de salud mental?
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
Sílvia Cóppulo
Dar órdenes y obligar a cumplirlas es algo que se puede aprender. Es necesario que las normas sean claras, que se negocien los acuerdos, que no haya reproches verbales y que se utilicen métodos disciplinarios cuando la conducta requiera un castigo. Padres y madres de adolescentes callan ante estas recomendaciones y dudan. Hoy escribo estas líneas desde la más absoluta solidaridad. Para ayudarles. Para ayudarnos. Porque cuando se siente eso de las órdenes, quien más quien menos tiene miedo de ser autoritario, de copiar un estilo que perdura en la memoria, donde la relación de los hijos hacia los padres era de mero sometimiento.
Las recomendaciones de cómo actuar con los adolescentes son del doctor Josep Lluís Matalí, psicólogo del Hospital de San Joan de Déu, que ha dirigido un estudio sobre adolescentes con conductas difíciles. Uno de cada cinco niños o adolescentes tiene o tendrá trastornos de conducta. Muchos padres y madres de adolescentes llegan al hospital con su hijo desbordados cuando la situación ya se ha hecho insoportable. ¿Cómo solucionarlo? Y, sobre todo, ¿cómo saber si el desafío y la revuelta de nuestros hijos supera la normalidad y es ya un problema de salud mental?
Hago los deberes: hay que mirar si los adolescentes son tan agresivos que hacen daño a personas, animales o cosas, si roban, si violan las normas en casa, la escuela o el grupo, si cada vez sacan resultados peores en la escuela o el entorno de trabajo, si tienen arrebatos de cólera, si discuten duramente y no obedecen, si acusan a los demás de sus errores, si están resentidos... En fin, paro, porque seguro que todos los padres y madres que ahora tiene los ojos en estas líneas respondéis afirmativamente a alguna de estas preguntas.
FRAGILIDAD EMOCIONAL
Además, resulta que los especialistas constatan, que más libertad, más comunicación, más oportunidades, más igualdad y más acceso al conocimiento han crecido en paralelo a la necesidad de obtener una respuesta inmediata, a tener poca tolerancia al malestar y al individualismo, de manera que nuestros adolescentes son emocionalmente frágiles, se irritan más, les cuesta establecer vínculos afectivos y son más impulsivos. Qué contrasentido, pensamos. «No se sientan culpables», dicen los psicólogos a los padres. Sabemos que vivís muy presionados y que la crisis lo ha acentuado todo en negativo.
¿Soluciones? Miro las conclusiones del estudio. Ayudar más a las familias, comunicarse mejor entre padres, profesores y médicos, formar más en la comunidad educativa; en fin, actuar con criterio, determinación y recursos. La buena respuesta debe ser colectiva, pero, como estas acciones globales me quedan muy lejos del día a día, por hoy me apunto solo dos ideas: no sentirnos culpables y poner límites. Dicen que de las dos cosas se aprende.
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