APUNTE

Con las maletas hechas

JOSEP MARIA POU

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Es momento de hacer las maletas y marcharse de vacaciones. Digo marcharse y miento como un bellaco porque no pienso moverme de Barcelona. Sigo mintiendo, porque tengo intención de acercarme a Londres, pero la mentira es chiquita porque la escapada será de pocos días. La mayor parte de agosto, pues, disfrutaré de una Barcelona en calma.

Pocas cosas tan gratificantes, en esos días, como una cena entre amigos, en una terraza tranquila, con horas por delante para la charla abierta y sincera. O como un buen desayuno en otra terraza más tranquila todavía, en esas mañanas de sábado y domingo, cuando la ciudad quieta, inmóvil, silenciosa, no sabes si dormida o abandonada repentinamente de todos, (visualicen aquí el famoso plano de Abre los ojos de Amenábar) te regala una mañana entera para la lectura de los periódicos. Lectura lenta, sin prisas, apurando hasta la letra pequeña de las horarios de autobuses y las cotizaciones de bolsa, tan distinta de la del resto del año donde el tiempo del café con leche y la tostada con aceite apenas llega para cuatro titulares y dos portadas.

Pero, aun sin salir de la ciudad, es bueno hacer maletas. Hacer maletas significa tener que elegir, decidirse por una cosa o por otra, quedarse con lo imprescindible y apartar lo superfluo. Hacer maletas significa ponerse en marcha. A veces, hasta quién sabe dónde.

Creo que era Jaime de Armiñán (no estoy seguro, pero casi; y si no era Jaime puede que fuera Luis Escobar) el que contaba, en un precioso relato, el alborozo de toda la familia en el momento de cerrar las maletas, cargarlas en el coche y emprender la marcha hacia San Sebastián en la mañana del 17 de julio de 1936 con la esperanza de un verano feliz, ignorantes de que esas vacaciones iban a prolongarse más de lo previsto y de que tardarían cerca de tres años en volver a su casa de Madrid (visualicen aquí dos títulos para cinéfilos: Las largas vacaciones del 36 de Jaime Camino y Las bicicletas son para el verano de Fernán Gómez).

Los actores hemos aprendido a vivir con la maleta siempre hecha y a punto (visualicen aquí El viaje a ninguna parte también de Fernán Gómez). Nunca se sabe adónde te llevará el próximo guion. Y vivir pegado a la maleta es vivir «ligero de equipaje» (visualicen aquí a Machado, Don Antonio).

Tiene sus ventajas, se lo aseguro. Para salir de vacaciones o para caminar erguido por la senda del próximo septiembre. Que no será fácil. Nos vemos a la vuelta.