Al contrataque

Cómo aprendí a leer

La lectura no puede ser una imposición, sino una necesidad, un instrumento para vivir sin el cual los que leemos viviríamos peor

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Estas fechas, para los que según la estadística jamás leen libro alguno, deben de ser incómodas. Se quedan fuera de la fiesta y además se les afea la conducta: no leer es vergonzante. Lo que no se dice es que a menudo no leer no es culpa del no-lector, sino que simplemente no se han dado las circunstancias para que se produzca el chispazo, el enamoramiento con la palabra escrita. Leer no puede ser una imposición, sino una necesidad, el descubrimiento de un instrumento para vivir sin el cual los que leemos viviríamos peor. Lo he contado otras veces, aprendí a leer porque me leían en voz alta. Aprendí a leer porque entonces, al contrario que ahora, el sistema educativo retrasaba ese aprendizaje hasta la entrada en primaria, con lo que ardías en deseos de conocer el alfabeto. Era un rito que marcaba un avance del jardín de infancia al verdadero colegio con cartera, libros y cuadernos. Hasta tal punto llegaba el ansia y la impaciencia por leer, que antes de saber las letras, fingía que leía muy seria y concentrada, como los adultos. Del mismo modo antes de saber escribir, rellené muchas cuartillas con líneas torcidas que imitaban la escritura (en realidad parecían olas de un mar agitado). Aprendí a leer porque lo deseaba mucho, porque me daban envidia los adultos y no saber leer me fastidiaba, se los veía tan ensimismados que aquello debía de ser muy bueno. Aprendí porque mi maestra dejaba por el aula libros y nos permitía manosearlos. Aprendí porque me gustaba escuchar narraciones y supe pronto que conocer historias reales o ficticias era útil y gustoso. Porque había libros en casa, porque muchas tardes no había otra cosa que hacer, ni actividades extraescolares, ni deportes, ni pantallas. Aprendí a leer porque es contagioso y dejé de leer en etapas en las que quienes me rodeaban no leían.

El libro adecuado

En su delicioso libro Cómo aprendí a leer Cómo aprendí a leer(Periférica) la francesa Agnès Desarthe explica su tortuosa relación con la lectura y cómo de niña y adolescente se resistió a ella hasta que, ya en plena universidad, dio con el libro adecuado. Hoy la palabra escrita o leída es su medio de vida. Cito al comentarista que en L'Express glosó la obra porque no se puede explicar mejor: «Contrariamente a la creencia popular, no es fácil llegar a ser un lector; del mismo modo que no es fácil llegar a ser feliz. Es una cuestión de experiencia, azar, suerte, encuentros... Le llevó años a Agnès Desarthe destruir el muro que se interponía entre ella y la lectura». Sant Jordi sirve para derribar esos muros, pero si ayer el azar no se dio, lo bueno de los libros es que están en muchas partes y todos los días pueden ser Sant Jordi. Librerías, bibliotecas, estantes de amigos abren la posibilidad de toparnos con ese libro especial que nos hable a nosotros. Seamos niños o adultos, es cuestión de seguir hojeando.