CÁNONES PERVERSOS
No comer, exigencia laboral
Impedir que alguien coma es una forma de tortura. Si además es interiorizada como un comportamiento deseable, incluso virtuoso, es aún más perverso
Najat El Hachmi
Escritora
NAJAT EL HACHMI
No poder comer, no ingerir, no tragar más allá de lo estrictamente necesario. O ni eso. Tener que llegar al punto de sentir el hambre, ir de aquí para allá con el desasosiego que provoca. Sentir el estómago, después el cuerpo entero reclamando ser satisfecho, que le llegue el alimento para seguir funcionando. Dejar de lado otras preocupaciones más humanas, más sofisticadas y que todo gire alrededor de un acto tan primario, animal. Y si la situación se prolonga en el tiempo, irse acostumbrando, tristemente, a vivir de esta manera, de espaldas al deseo, hasta que el cuerpo se ha habituado y ha aprendido a vivir con lo mínimo.
Impedir que alguien coma es una forma de tortura. Si además esta tortura es interiorizada como un comportamiento deseable, incluso virtuoso, resulta todavía más perverso. A las modelos que habitan las pasarelas, revistas, carteles publicitarios y anuncios de todo tipo, es exactamente esto lo que les hacen. Les piden por todos lados que coman cuanto menos mejor.
SUPUESTOS CÁNONES DE BELLEZA O ELEGANCIA
Es un hecho evidente, no hace falta buscar pruebas del delito. Un delito asumido como normal por gran parte de la sociedad, una tortura sistemática que toleramos en nombre de unos supuestos cánones de belleza o elegancia. Así lo denunciaron setenta profesionales del sector en una carta publicada durante la última edición de la New York Fashion Week. Que aunque estén delgadas, muchas modelos recibían presiones directas para adelgazar todavía más, llegando a la enfermedad. El maltrato como forma de trabajo.
Pero no es solo el sector de la moda donde existen estas presiones. En algunas disciplinas deportivas, por ejemplo, el peso de las mujeres que las practican es escandaloso a simple vista. Y en la televisión son pocas las que salen con un peso normal, ya no digamos con sobrepeso, sea en programas de ficción o en los informativos. Como si el precio por aparecer en los medios de gran impacto fuera el de tener que ocupar la mitad que cualquiera de tus homólogos masculinos.
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