Evasión o fortificación

Petrarca.

Petrarca. / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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No somos lo bastante conscientes de las dificultades que están a punto de echarse encima de la gente de bien. El mundo se vuelve más inhóspito a medida que se enriquece, sin que las protestas y los cambios de voto sirvan para revertir la tendencia, sino más bien al revés.

En este contexto de desorientación y de inseguridad, hay que volver a defender la razón, y con ella una serie de principios y valores que creíamos compartidos pero que los poderes establecidos difuminan si no es que los sabotean al por mayor. Es de temer que esta etapa de oscuridades apenas empiece. Por desgracia, ni la cultura ni la izquierda disponen de armas lo bastante eficaces para hacerles frente.

Nunca deja de ser legítima la evasión, ni siquiera en tiempos de incertidumbre, pero quizás más nos valdría avanzar los propósitos de mejora, habituales con el cambio de año, y teñir todas las fiestas de preocupación y, en consecuencia, afinar la capacidad crítica, de conocimiento, reconocimiento y discernimiento. Esto no se hace sin cultivarse uno mismo, con esfuerzo y constancia, justo lo contrario de deslizarse por los toboganes como se insiste desde casi todos los vectores que operan sobre las masas y sus componentes, el individuo que somos cada uno de nosotros.

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¿Son pertinentes o exageradas las quejas por el boicot, supuesto o real, a 'La reina de España', la nueva película de Fernando Trueba que ha pinchado de manera estrepitosa? Como ya debe de saber el lector, el cineasta declaró que no se ha sentido español ni cinco minutos de su vida. Quizás, a la hora de elegir, más vale comprobarlo en vivo y en directo.

Quizás también, si de cultivarse se trata, tendríamos que hacernos con una de las obras más fructíferas del espíritu humano, el 'Cançoner' de Petrarca, en una versión de Miquel Desclot que hay que leer aunque seamos capaces de comprender el original. No hay mejor escuela para los propios sentimientos que Petrarca, ni mejor escuela de lengua que Desclot.

Exigir sin exigirse es hacer el juego a las tinieblas.