La rueda

'Collons de procés!'

La noche fue perfecta hasta que a un insensato se le ocurrió hablar de lengua y soberanismo

CARLES SANS

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Durante las vacaciones disfrutamos de los amigos y de los conocidos con más tiempo de lo que lo hacemos a lo largo del año. Los viajes o las estancias en nuestro lugar de veraneo facilitan la convivencia transformando esta en uno de los alicientes más placenteros del día. Una buena caña con amigos o una larga sobremesa representa uno de esos momentos de inadvertida felicidad del que habla Francesco Piccolo en un exquisito libro que describe esos momentos que nos hacen la vida más sencilla, que no tienen explicación, pero que, sin dudarlo, nos dan la felicidad más pura, la más sincera, y por ello, la más importante.

Hace poco me hallaba en uno de esos momentos, rodeado de amigos de muy diversa procedencia, después de una cena al aire libre en un lugar tranquilo, rodeado de pinos y con la delicada música de un mar nocturno. Las conversaciones transcurrían por temas banales, aquellos donde no hay discusión posible porque la banalidad es tan común a todos que nos vincula sin controversia.

Era la noche perfecta hasta que a un insensato se le ocurrió mentar el tema de la lengua y el procés. Al comienzo, por pereza, nadie parecía querer escarbar en el asunto y más o menos surfeábamos sobre cuestiones que a casi todos nos parecían razonables. Pero hubo quien de repente lanzó una frase que destapó la caja de los truenos. Una frase que fue respondida con un «no puedo estar más en desacuerdo con lo que has dicho» que transformó la noche en un totum revolutum hasta que, en su punto álgido, el propietario del restaurante le puso el cierre mandándonos a cada uno a su casa.

Las bravatas se apagaron y, al despedirnos, se impuso el disimulo con el regusto general de haber estropeado un inadvertido momento de felicidad. Al final uno me dijo al abrazarme: «Collons de procés!