Vino de mi cosecha

Coincidencias aéreas

JOSEP M. FONALLERAS

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Hay realidades que superan cualquier ficción. La peripecia de uno de los viajeros del Airbus A321 que sufrió el susto del aterrizaje de emergencia el jueves en Las Palmas de Gran Canaria es un ejemplo de ello. Esta misma persona, justo dos años antes, fue uno de los pocos supervivientes del vuelo JK5022. En la misma fecha, en el mismo modelo y realizando el mismo trayecto, debió de vivir con una intensidad que no podemos valorar el problema mecánico de uno de los motores que obligó a retroceder el avión de la compañía Spanair. Ya debe de costar lo suyo volver a volar si has sufrido las consecuencias psicológicas de una catástrofe como aquélla, pero seguro que deben de agobiar más las coincidencias. ¿Cómo puede ser, debió de pensar si es que tuvo tiempo de pensar, que me vuelva a ocurrir a mí? En la conmemoración del día fatídico, otro avión, de Vueling, tuvo que aterrizar, también de urgencia, en El Prat.

Volar siempre implica un peligro. Me parece que fueGarcía Márquezquien dijo que uno de los detalles que lo atemorizaban más al emprender un viaje aéreo era que no veía los hilos que aguantaban aquel monstruo con alas. Los otros tampoco los vemos, pero practicamos la devoción por la magia. Eso (y tal vez alguna pastilla para dormir) evita que nos enfrentemos a la evidencia: volar no es una actividad normal ni pensada para los humanos.

Volamos porque ponemos en práctica todas las supersticiones de las que somos capaces, empezando por las estadísticas y por la ciega confianza politécnica. Volamos porque renunciamos a la racionalidad. Será por eso por lo que estas dos escaramuzas sin heridos nos agobian más de la cuenta. Porque se fundamentan en otra superstición, la de la repetición crónica de los acontecimientos. Podría ser que los pasajeros de los dos vuelos tuvieran presente que viajaban en una efeméride maldita. Uno de ellos, el superviviente de Barajas, seguro que lo recordaba. Y, así como nos agarramos a una rutina nada científica para asegurar un vuelo plácido, de la misma forma se nos invierten los esquemas (y tememos lo peor) cuando los elementos se conjuran paracelebrar el aniversario de una tragedia. Aviación Civil tendría que actuar igual que determinados hoteles que eliminan el piso número 13. Tendrían que decidir no volar el mismo día en el que, años atrás, un avión sufrió un accidente. Evitarían la psicosis.

La esquela y el cobijo

Soy de los que me fijo todos los días en las esquelas. Es una manía (lo reconozco), una especie de fetichismo. Como experto, pues, les puedo asegurar que percibo una moda al alza. A pesar de que sigue habiendo cruces, cada vez está más extendida la tendencia a decorar la fúnebre noticia con elementos directamente laicos o paganos. Es un signo de los tiempos. Si el difunto pertenecía a un club deportivo, el club deportivo coloca su escudo. También hay logos de la Generalitat, de los ayuntamientos, de las universidades, de las asociaciones de vecinos. Si el difunto era músico, en vez de una cruz hay notas del pentagrama o un dibujo del instrumento que tocaba. O palomas con una rama de olivo. O árboles, como el roble que he visto presidir una esquela esta semana, encima del nombre de un difunto que no tenía negocios forestales. Todos los días hay menos cruces, pero todos necesitamos demostrar, ya que pagamos la inserción publicitaria, que estábamos en el velatorio. Y que el muerto necesita, siempre, algún tipo de cobijo.