El tablero catalán

Ciudadanos o el convidado de piedra

Analistas y políticos deberían ahondar más en la verdadera naturaleza de Cs, en vez de caricaturizarlo

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Andreu Claret

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El convidado de piedra es una de las figuras más sugerentes del barroco español. Por extensión dícese de aquel que todos ignoran en un ágape y permanece aislado en un extremo de la mesa. Me acordé de la obra de Tirso de Molina hace unos días, mientras escuchaba un enésimo debate sobre política catalana. Me sorprendió que los contertulios le dieran vueltas y más vueltas a lo que ocurre en Catalunya sin que ninguno mencionara al partido que ganó las últimas elecciones. Salieron el PDECat y Esquerra, los comunes y la CUP, y hasta el PP, con sus cuatro diputados, pero nadie habló de Ciudadanos que obtuvo 36. Hasta que alguien citó al partido de Inés Arrimadas en el coloquio, provocando incomodidad y zozobra entre el personal. Cómo ocurre en 'El burlador de Sevilla', cuando el convidado irrumpe en el escenario.

De lo que no se habla no existe. Como dicho no está mal, pero como estrategia política, me parece poco afortunada. Ya la utilizaron la mayoría de los partidos durante la última campaña electoral, y todos se llevaron una sorpresa de órdago el 21-D. Y aún más el día siguiente, al descubrir que muchos de los votantes de Ciudadanos procedían de su electorado. Del Partido Popular, por supuesto, pero también del PSC y de los comunes. Incluso de la antigua Convergència. Vean si no las ciudades donde Arrimadas ganó las elecciones: las 20 más pobladas de Catalunya. tres de las cuatro capitales de provincia, el antiguo cinturón rojo, e incluso capitales de comarca con tradición nacionalista, como Reus o Figueres. Ya sé que una espiga no hace manojo, pero sostener que los resultados de Ciudadanos fueron un calentón del electorado y que no volverán a repetirse me parece una necedad. Más bien pienso que este partido ha llegado para quedarse. Entre otras razones (no la única) porque constituye el envés del 'procés' liderado por los independentistas (cuya hegemonía también va para largo).

Un ninguneo anómalo e injusto

El ninguneo de Ciudadanos constituye una de las anomalías de la política catalana. Comprendo que se les critique por su origen, ligado a su oposición a la inmersión lingüística, o por su política económica que puede generar aún más desigualdad social si no encuentra contrapesos que lo impidan. Comprendo también que su falta de tradición y cuadros merme su visibilidad y su eficacia. Comparto muchos de las críticas que se les hacen, pero no el desprecio con el que se les trata y que, en el caso de Inés Arrimadas, ha adoptado expresiones poco edificantes. E injustas. Analistas y políticos deberían ahondar más en la verdadera naturaleza de Ciudadanos, en vez de caricaturizarlo. Sostener, como hacen los soberanistas, que es más centralista que el PP, o despacharlo como el partido del IBEX 35, como clama la izquierda, me parece una simplificación.

Cuando un partido pasa del 25% y del millón de votos, los anatemas ya no son útiles para explicar su significado, vaticinar su futuro y adoptar una estrategia eficaz ante su presencia. Más valdría abrir el foco y observar la tendencia general a la crisis de los partidos tradicionales en Europa. O ahondar en el hastío que ha provocado el sistema político vigente en España (y en Catalunya). El resultado de este ninguneo es que nadie, desde el soberanismo más realista (Esquerra Republicana) se plantea hablar con ellos para acabar con la fractura de la sociedad catalana.

Manuel Valls, una pirueta temeraria

Creo que la capacidad de Ciudadanos de no ser un convidado de piedra en Catalunya dependerá, en buena medida, de la autonomía que alcance Arrimadas frente a Albert Rivera. Algo que nada tiene que ver con su condición, pues les ocurre a los líderes de todos los partidos catalanes con dimensión estatal. También se jugará en su capacidad de adquirir un arraigo municipal del que carece. En ese sentido, el fichaje de Manuel Valls es tan revelador como arriesgado, porque pasar de no tener ningún alcalde a tener el de Barcelona me parece un pirueta temeraria. Salvo que la política catalana esté aún más desquiciada de lo que uno se imagina.

No sé si era necesario aventurarse a tanto. A Rivera le basta combinar el papel de Arrimadas como líder la oposición en el Parlament con su más que probable llegada a la Moncloa. Si no estoy equivocado, ser, a la vez, el primer partido en España y en Catalunya es algo que nunca ha ocurrido (salvo el PSOE y el PSC, durante el bienio 2004-2006). Si se diera esta circunstancia, puede que el convidado de piedra de la política catalana cobrase vida y acabara llevándose a don Juan al infierno, como en el teatro de Tirso.