HOY JUEGAS

La cinta de gimnasia rítmica

Si alguien me hubiera preguntado por qué quería ser mayor, le habría dicho que para hacer lo que hacían esas chicas

El equipo español de gimnasia rítmica, en los Campeonados del Mundo celebrados en Stuttgart en octubre del 2015.

El equipo español de gimnasia rítmica, en los Campeonados del Mundo celebrados en Stuttgart en octubre del 2015. / JORDI COTRINA

Sonia Gutiérrez

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Era la hora del patio. Las otras niñas jugaban o hablaban, no recuerdo. Yo me fijé en la larga cinta que alguien había dejado en el suelo, en el escalón del porche donde a veces jugábamos a cromos. ¡Una cinta de gimnasia rítmica! Debía de ser de las mayores. Todos los niños quieren ser mayores, pero si alguien me hubiera preguntado entonces por qué quería serlo yo, le habría dicho que para hacer lo que hacían esas chicas con las mazas, la cuerda, el aro, la pelota. Y la cinta, claro. Demasiado tentador como para no acercarse. Me separé de las demás y, con la sensación de quien está cometiendo un delito, cogí la vara de la que colgaba una tira de varios metros. Dibujé un ocho en el aire. ¡Qué subidón! La hice bailar un rato más y la devolví al suelo antes de que me pillaran, con la certeza de que al cabo de unos años, entonces sí, tendría mi propia cinta y podría hacer como las mayores.

Ironías del destino, no sé si porque cambiaron de profesora o el plan de estudios, nunca llegué a practicar gimnasia rítmica. Sí su prima hermana, la gimnasia artística o deportiva, y pronto se demostró que no llegaría muy lejos con la barra de equilibrio y las asimétricas. Es imposible hacer movimientos gráciles cuando te invade el miedo a estamparte contra el suelo. Así que mi afición por la gimnasia se quedó en seguir los campeonatos en TVE, siempre con la inconfundible voz de Paloma del Río. También me enganché a una serie de dibujos japoneses que se estrenó en España como ‘Piruetas’ (‘Hikari no Dentesu’, en el título original), y que narraba la vida de Valentina, una niña que se esforzaba lo indecible para llegar a ser campeona olímpica en rítmica.

Hace muchos años que no veo de cerca ni una cinta, ni unas mazas, ni la temida barra de equilibrio. Sigo practicando deporte, pero mis gustos han cambiado. Sin embargo, de vez en cuando veo en la tele a jovencísimas gimnastas haciendo ejercicios sobre el tapiz y entonces una ráfaga me trasporta a aquel gimnasio de colegio con espalderas donde yo soñé ser una de ellas.