Opinión | Ideas
Periodista y crítica de cine.
Desirée de Fez
Periodista y crítica de cine.
Desirée de Fez
Al mal tiempo, cine fantástico
No cuento nada nuevo si recuerdo el eterno romance entre el cine fantástico y de terror y la realidad. Son, siempre lo serán, géneros extraordinariamente sensibles a las heridas de los tiempos. Renacen en los momentos más difíciles para ayudarnos a huir; también, de forma consciente o inconsciente, para registrar de manera simbólica lo que nos preocupa y explicárnoslo de una forma más lúdica, menos desgarradora.
A malos tiempos, buen cine de género. No hay más que recordar el recién cerrado 2017, año en que las películas de terror han arrasado con todo, para corroborarlo. Es como si las películas de género fantástico y de terror estuvieran siempre ahí, escondidas, vigilantes, en silencio, y salieran en nuestra ayuda cuando la realidad se tuerce demasiado. Cuando las cosas se oscurecen, se espesan o se vuelven incomprensibles.
Las cintas más nominadas en los Oscar y los Goya nos explican cómo nos aferramos a las fábulas para huir de lo que nos daña
En la intensa y agotadora temporada de premios de este año ha pasado algo que, de algún modo, respalda esa teoría. La película más nominada a los Oscar es 'La forma del agua'. La más nominada a los Goya, que se entregan este sábado, 'Handia'. Ambas parten con 13 nominaciones. Habrá quien diga que se lo esperaba. Yo, sinceramente, aunque ambas películas me gustan (por razones y en grados distintos), no me lo hubiera imaginado nunca. Guillermo del Toro lleva años siendo un maestro… y la Academia aún no se había vuelto loca por él. Y la película de Aitor Arregi y Jon Garaño demuestra un riesgo que pocas veces se cuela en los Goya.
Evidentemente, los filmes no se nominan solos. Pero me parece curioso y y muy bonito que, en un año en el que las galas de premios han sido secuestradas por la terrible actualidad (algo totalmente comprensible), los filmes más nominados a los Oscar y a los Goya sean obras eminentemente fantásticas. No solo eso. Son películas sobre cómo nos aferramos a las fábulas, sobre cómo nos enamoramos de ellas, para alejarnos de los que nos daña. Es como si el cine fantástico nos recordara que, además de usar su universo como escenario, podemos recurrir a él para evadirnos y hacer frente a lo que racionalmente nos resulta insoportable.
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