El futuro del planeta

Cincuenta años después

Hace medio siglo, científicos de EEUU ya avisaron al presidente Johnson del peligro del cambio climático

MARIANO MARZO

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En 1999, un grupo de investigadores, liderados por el geofísico Michael E. Mann, presentó por primera vez un gráfico conocido como palo de hockey. Este muestra como en el último milenio la temperatura media del hemisferio norte sigue un patrón caracterizado por un segmento relativamente largo y ligeramente descendente, culminado por otro segmento ascendente, que se empieza a curvar hacia el año 1900 para posteriormente, hacia fines del siglo XX, verticalizarse de forma abrupta. Para una mayoría de científicos, esta tendencia constituye una evidencia clara de que el anómalo calentamiento global de fines del siglo XX no puede explicarse exclusivamente por factores naturales, sino que es el resultado de una significativa acción antropogénica.

Los trabajos de Mann marcan un antes y un después en la historia de la investigación sobre el calentamiento global y el cambio climático. Sin embargo, hace pocas semanas un editorial de la revista científica Science nos recordaba que, mucho tiempo antes de que el palo de hockey de Mann se convirtiera en un icono, el comité asesor en materia científica del presidente de EEUU (un organismo que hoy recibe el nombre de President's Council of Advisors on Science and Technology) ya había advertido a Lyndon B. Johnson de que la emisión continuada a la atmósfera del CO2 proveniente de la quema de combustibles fósiles «causaría con casi total certeza cambios significativos» y que «podría ser perjudicial para los seres humanos». El informe del comité concluía que podían producirse «marcados cambios en el clima, no controlables mediante actuaciones de ámbito local e incluso nacional». Con motivo del 50 aniversario de este primer aviso oficial de la comunidad científica a los políticos, diversas instituciones estadounidenses reconocían dicha labor pionera en un simposio este 29 de octubre.

Hace 50 años los desafíos asociados al calentamiento global parecían distantes y rodeados de grandes dosis de incertidumbre. Hoy en día, ante la creciente evidencia de que ya estamos sufriendo los impactos del cambio climático, la situación ha dado un giro espectacular: la percepción pública ha evolucionado de tal modo que son minoría los que niegan la necesidad de adoptar medidas urgentes y minimizan la magnitud del desafío que afrontamos. Ante esta nueva realidad, es cierto que estamos un poco abrumados, pero también atisbamos algunas señales esperanzadoras.

Así, hace pocas semanas diez grandes compañías productoras de petróleo, que en conjunto representan alrededor del 20% de la producción mundial, se comprometían a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero disminuyendo la quema del gas natural asociado a la explotación de yacimientos de petróleo e invirtiendo en la tecnología de captura y almacenamiento de CO2. La vertiente más positiva de la noticia es el reconocimiento por parte de algunos gigantes de la energía (como es el caso de BG Group, BP, Eni, Pemex, Reliance Industries, Repsol, Royal Dutch Shell, Saudi Aramco, Statoil y Total) de que el cambio climático constituye un grave problema y que las empresas energéticas deben ser parte de la solución. La parte más negativa es que las medidas propuestas representan una contribución insuficiente cara a lograr mantener el aumento de la temperatura media global por debajo de dos grados centígrados, un objetivo que podría amortiguar de forma notable los catastróficos impactos del cambio climático.

Otro motivo de esperanza es la implicación de diversos grupos religiosos. Quizá el papa FranciscoF sea el que más ha contribuido a crear una conciencia mundial sobre la necesidad moral de pasar decididamente a la acción con el fin de evitar que los más desfavorecidos del planeta sufran con mayor rigor las consecuencias de un problema que ellos no han causado. Su mensaje ha resonado más allá de la Iglesia católica, y en estos momentos la encíclica Laudato Si' se une a las declaraciones de muchos otros líderes religiosos, incluyendo budistas, musulmanes, judíos y otras organizaciones cristianas.

Y el sector privado también se está involucrando, asumiendo su cuota de responsabilidad. El verano pasado, en pleno lanzamiento de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) que se celebra estos días en París, 12 grandes corporaciones, entre ellas Alcoa, Apple, Bank of America, General Motors y Google, se comprometieron a invertir más de 140.000 millones de dólares en medidas encaminadas a reducir las emisiones de CO2 los próximos cinco a diez años.

Cincuenta años después, tras todos los esfuerzos realizados, la cumbre de París no debería ser una oportunidad perdida.