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Cien millones de pipas

JORDI Puntí

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En marzo de este año, el artista chinoAi Weiwei recibió un encargo de la Tate Modern de Londres. Le ofrecían la imponente Sala de las Turbinas para que desarrollara una instalación. En el arte actual, esto son palabras mayores. Desde que la Tate Modern se inauguró hace una década, cada año un artista privilegiado dispone de esos 3.400 metros cuadrados para proyectar lo que le dé la gana.Ai Weiweies quizá el artista chino más reconocido hoy en día. Su obra es crítica con la opacidad del gobierno de su país. En el 2009, por ejemplo, presentó en Múnich la obraLo siento: nueve mil mochilas infantiles que le servían para reflexionar sobre los niños que murieron en las escuelas durante el terremoto de Sichuan en el 2008.

Como se ve, aWeiwei le gusta trabajar sin límites y la Sala de las Turbinas era ideal. Hace unos días se inauguró su proyecto para la Tate Modern, llamadoSemillas de girasol.La obra consiste en cien millones de pipas de girasol (cifra aproximada), hechas de cerámica y pintadas a mano. Las pintaron, durante años, unas 1.600 personas de un pueblo que en el pasado se dedicaba a la porcelana imperial.Weiweicubrió todo el suelo de la sala con las pipas y animaba a los visitantes a pasear sobre ellas. La metáfora estaba servida. El problema es que, al cabo de ocho días, alguien se dio cuenta de que el polvo que se creaba con el pisoteo era tóxico. Por razones de salud, pues, ahora los visitantes pueden contemplar las pipas, pero no pisarlas.

La pregunta es obvia: ¿no deberían haberlo previsto? El artista, primero, y los organizadores. Porque, ¿ahora qué pasa? ¿Se debe considerar un fracaso? Si no se pueden pisar las pipas, tal como queríaWeiwei,¿sigue siendo una obra de arte? Cuentan que el artista está decepcionado, pero seguro que los críticos sabrán interpretar el error en clave creativa. Son las ventajas del arte contemporáneo. Recuerdo, hace años, una exposición deAntoni Miraldaen la Virreina. En una obra, cubrió el suelo de una habitación con una alfombra de patatas. Visité la muestra en los últimos días y ya olían a podrido. Mientras me tapaba la nariz, a mi lado dos estudiantes de Bellas Artes se extasiaban con la decadencia del tubérculo, el paso del tiempo, la muerte nauseabunda, etcétera.