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El ciclismo en las teles

Mikel Lejarza

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En el verano, las programaciones televisivas se llenan de reposiciones (cada vez menos); estrenos de series de EEUU de clase B (cada vez más); partidos de fútbol de nulo interés competitivo (salvo la reciente Supercopa); sustitutos de los rostros más conocidos al frente de los programas e informativos diarios, y películas varias veces vistas.

Es tiempo de playa, el consumo televisivo decrece y con él la inversión publicitaria, así que se trata de no gastar mucho. Por no haber, incluso han desaparecido los espectáculos taurinos que no hace mucho copaban las tardes sobre todo de las cadenas públicas. En eso ciertamente hemos salido ganando y en especial los maltratados animales. Algo bueno tenía que tener la crisis.

Pero si hay un contenido característico en estos meses es el de un deporte que el resto del año brilla por su ausencia pese a su innegable atractivo: el ciclismo. Y lo hace gracias al recién finalizado Tour y a la Vuelta. Para algunos, las imágenes de los ciclistas y los paisajes que recorren son la compañía perfecta para unas siestas inolvidables. Para otros son momentos llenos de emoción y belleza, que se traducen en resultados de audiencia muy positivos.

Emoción y belleza

El ciclismo, por el número de practicantes; su carácter internacional; su coste muy inferior al de otros deportes; por ocupar muchas más horas de programación y el hecho de que donde mejor se contempla es en la pantalla del televisor, parece un producto perfecto para el medio.

Por el contrario, debido a que necesita luz del día, sus horarios están muy lejos de los momentos de máximo consumo y solo los fines de semana, con etapas de alta montaña, logra convertirse en un espectáculo mayoritario. Esto es algo tan evidente que resulta chocante que los responsables de este deporte no hayan creado aún una competición más cercana a lo que es la F-1, con eventos en días festivos, y sigan insistiendo en sus fórmulas más tradicionales.

El ejemplo de las grandes audiencias que consiguen en los Países Bajos sus clásicas de abril o el evento nacional que es el Tour para los franceses son ejemplos a seguir para entender que el ciclismo no solo es un contenido televisivo interesante, sino una plataforma extraordinaria para vender cualquier marca (comercial o de un país) al mundo.

Pero nosotros somos diferentes. Hay lugares de nuestra geografía que pagarían oro por una etapa del Tour, pero que se niegan a que la Vuelta transite por sus calles. Se prefiere resaltar lo diferente y se excluye lo que nos une. TVE tiene la Vuelta y una oportunidad magnífica de hacer lo que el Tour en Francia.

Pero no confíen mucho en que lo hagan. No se lo creen. La etapa de Alpe d'Huez, la más importante de la ronda francesa, fue trasmitida por Teledeporte y no por TVE-1. En el canal temático consiguió una audiencia del 16% en su momento álgido y una media del 10,9% en total en un canal cuya media no llega al 2%. Un producto, por tanto, capaz de quintuplicar la audiencia de un canal, mientras TVE-1, con una audiencia media del mes en torno al 9%, ignoraba lo que tenía a su disposición.