La rueda

Choque de inculturas

NAJAT EL HACHMI

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El diccionario define el terrorismo como la utilización de la violencia, de una manera sistemática y a menudo indiscriminada, en la lucha social y política. En los últimos tiempos, sin embargo, todo es terrorismo cuando se habla de crímenes cometidos por musulmanes. Del atentado organizado del 11-S a los recientes hechos de Boston o de Londres. No es necesario saber qué hay detrás de un acto violento para definirlo como terrorista si su autor es musulmán. Los musulmanes no tienen derecho a ser perturbados, ni a sufrir una enajenación transitoria, ni a ser simples asesinos psicópatas. Siempre son fruto del choque de civilizaciones o culturas, de la cultura del resentimiento, del fracaso de los diferentes modelos de integración, el fracaso del multiculturalismo, etcétera, etcétera.

Y entre todas estas sandeces, la más irritante, por ser un oxímoron en mayúsculas, es el concepto de choque de culturas. Si la cultura es un conjunto de conocimientos, de tradiciones, de modos de pensar y organizar la vida, ¿cómo se puede creer que pueda ser generadora de este tipo de violencia sin sentido? La cultura, de hecho, ha sido siempre la respuesta a la violencia gratuita y no su causa. Y a día de hoy, con un mundo globalizado, ¿dónde comienza y dónde termina una cultura, y por tanto dónde choca?

Estos asesinos son asesinos y punto, y dotándolos de tantos adjetivos solo estamos elevando de categoría sus actos, equiparándolos con los de aquellos que por defender unos ideales políticos deciden presionar con el terror. Y por otro lado, estos individuos son tan diferentes entre ellos, procedentes de lugares tan distintos y de situaciones tan diversas, que al final lo único que los une es la cultura de internet, el hecho de poder acceder a la información con facilidad y ser accesibles por todos aquellos con oscuros intereses. E internet no es precisamente un invento musulmán.