Análisis

Cava catalán, 'game over'

Cavas Freixenet en Sant Sadurní d'Anoia.

Cavas Freixenet en Sant Sadurní d'Anoia. / JOSEP GARCÍA

Albert Sáez

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Los hiperventilados españolistas, que haberlos haylos, pierden al cava como objeto de sus boicots cuando no les gusten las declaraciones o las acciones de los políticos catalanes. Ahora podrán dejar de beberlo para protestar contra Trump o contra Merkel. La centenaria Codorniu ha caído en manos de la multinacional norteamericana Carlyle mientras que la otrora innovadora Freixenet ha sido comprada por la alemana Henkell. Y hay que decir que no a precios muy espectaculares. Más bien han sido malvendidas. Y en ambos casos por la misma razón: las prisas de los accionistas, especialmente, los minoritarios por hacer caja ante la falta de dividendos desde el inicio de la crisis de 2008. Pero las causas son más profundas y tienen desde hace tiempo expresiones que ya eran preocupantes como la progresiva marcha de algunas bodegas de la D.O. Cava y de la D.O. Penedès o la creación de etiquetas de prestigio al margen de la marca "cava".

Freixenet y Codorniu nunca entendieron que en el mundo global no podrían limitarse a ser un champán barato. Cuando los franceses les prohibieron utilizar la marca no vieron lo que se les venía encima. Presionaron a la baja la denominación de origen cava porque siempre pensaron que su oportunidad era el volumen y no el valor añadido. Se equivocaron. El mercado global está hoy saturado de espumosos que se confunden con el cava al que nadie sitúa en la liga del champán. Esta miopía, de parte de empresarios que se pasan el día dando lecciones a los políticos, ha sido la tumba de estas dos grandes empresas familiares. Cada salto generacional ha hecho menos atractivos los dividendos. Solo las ramas de las familias que compaginaban las acciones con los ingresos por la gestión podían mantener el ritmo de vida. De manera que, al final, la rebelión de los minoritarios se los llevó por delante. Lo cierto es que hubo una burbuja inmobiliaria y otra financiera, pero bajo su manto hubo otras muchas, también en la industria del vino y el cava. La caída de estos dos gigantes se llevará por delante a muchos otros. Solo se salvarán los que tengan calidad.