El modelo de ciudad

Catastro y turistas

Esta es una ciudad mediterránea, acogedora y mestiza, y si han aparecido eslóganes antiturismo es por la desesperación del hartazgo

Turistas portan sus equipajes en el barrio de la Barceloneta.

Turistas portan sus equipajes en el barrio de la Barceloneta. / JOSEP GARCIA

OLGA MERINO

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Llegan las cerezas al mercado, el fugaz y hermoso 'temps des cérises' que cantan los franceses, y con él la invasión de las maletas rodantes. ¿Cuántos millones de Samsonite trotarán este verano por las aceras de Barcelona? Prefiero permanecer en la inopia, aunque a la fuerza tendré una estadística particular gracias a la población flotante de los dos apartamentos turísticos del inmueble donde vivo, endilgados de rondón hace años, cuando aún no había control ni visión de conjunto. Fiestas hasta las tantas, la arena de las toallas playeras sacudida sobre la colada blanca y algún escape de agua… Nada, 'peccata minuta', en una ciudad de sangría y supuesto buenrollismo surfero. Parece un sacrilegio la queja en esta Barcelona donde el turismo reporta el 15% del total de la economía; o sea, unos 13.000 millones de euros, ¿pero a costa de qué?

Resultan desagradables las pintadas que han aparecido por ahí, en el parque Güell o en las esquinas de los viejos barrios gentrificados, no tanto las que arremeten con la candidez del 'Guiri go home', como los grafitis que incluyen miras telescópicas o la leyenda de 'Tourismus match frei' en clara alusión al lema nazi que aparecía a la entrada de algunos campos de exterminio.

ACOGEDORA Y MESTIZA 

Aunque el diario británico 'The Independent' sitúe Barcelona entre los ocho enclaves del mundo que más odian a los turistas, esta es una ciudad mediterránea, acogedora y mestiza, y si han aparecido esos eslóganes es por la desesperación del hartazgo. No vale cargar ahora contra la alcaldesa Colau después de años de desidia, de haber mirado hacia otro lado. Vamos ya tarde; en Venecia los vecinos acabaron manifestándose con ataúdes por las calles.

Solo es de esperar que, como ha prometido el consistoriola subida del catastro no repercuta ahora en el IBI de las viviendas más modestas. De lo contrario, el huracán centrífugo acabará por expulsar al ciudadano normal hacia las periferias para beneficio de los 'guiris', de los millonarios caprichosos y de los rentistas.

Que no conviertan el piso turístico en la única forma de sobrevivir.