El cupo catalán

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JUANCHO DUMALL

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¿Qué hubiera ocurrido si, en la Transición, Catalunya hubiese obtenido un concierto económico como el alcanzado por el País Vasco? Hay que ser muy atrevido para asegurar que ese diseño del modelo fiscal del Estado habría desactivado el independentismo actual, pero es cierto que le hubiera privado de algunos de los argumentos y de los eslóganes de mayor éxito tres décadas después.

Dirigentes del nacionalismo pujolista admiten ahora que no apretar en los momentos iniciales de la construcción del Estado autonómico para que todos los impuestos se recaudaran en Catalunya y se liquidara después un cupo con el Estado (modelo vasco y navarro) fue un gran error. Pero acto seguido echan la culpa a los otros partidos, que no veían clara esa vía y, de hecho, no la plasmaron ni en el Estatut de Sau (1979) ni en su 'cepillado' sucesor, el Estatut del 2006, hoy vigente.

Pero algunas fuentes desmienten que Pujol quisiera un concierto económico para Catalunya. La crónica que hoy publica Rosa María Sánchez en este diario da cuenta de que el ministro de Hacienda García Añoveros ofreció en 1980 al entonces 'conseller' Trias Fargas un régimen de financiación diferenciado para Catalunya.

UNA "ANTIGUALLA"

¿Qué ocurrió? Pues que en ese momento dio miedo que la Generalitat pasara a ser la única recaudadora de impuestos, ¡con lo impopular que resulta ese papel! También pesó que el concierto vasco, con sus ecos forales, se consideraba "una antigualla". Y, por último, el error de cálculo del Govern, que pensaba que a Catalunya le iría mejor un pulso permanente con el Estado para obtener buena financiación a cambio de apoyos políticos. 

Los lamentos por aquellas decisiones han arreciado ahora, cuando el PNV acaba de obtener una suculenta contrapartida a su voto favorable a los Presupuetos de Rajoy. Ahora se recuerda cómo Artur Mas intentó en el 2012, recién elegido 'president' y en plena crisis, un pacto fiscal que mejorara la financiación de Catalunya. La negativa radical de la Moncloa fue el pistoletazo de salida para el 'procés'. El independentismo ya no tenía como eje los sentimientos y la identidad, sino que se añadía el argumento económico (fuera de España viviremos mejor), que tuvo un éxito que lo cambió todo.