El proceso soberanista

Catalunya: astro o satélite

La sociedad catalana ha acumulado fuerza suficiente como para planearse grandes retos colectivos

ENRIC MARÍN

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Hace ahora 85 años Catalunya salía de la pesadilla de la dictadura de Primo de Rivera habiendo acumulado suficientes fuerzas para forzar la apertura del ciclo republicano de los años 30 y la conquista de un autogobierno parcial. En el contexto de la precaria normalidad institucional propia del régimen de la restauración borbónica, la sociedad catalana había consolidado una intensa transformación modernizadora económica y cultural frenada por el lastre de los desequilibrios sociales y el raquitismo de las políticas públicas. Pese a las adversidades, la sociedad catalana estaba preparada para dar el salto adelante del ciclo republicano de los años 30. Y, conflictos incluidos, aquellos años fueron un paréntesis dorado en el desarrollo de las políticas públicas o en el campo de la cultura y del periodismo.

Superada la larga dictadura franquista, y después de 35 años de una cierta autonomía política en un contexto de representatividad parlamentaria blindada con la integración del Reino de España en la Unión Europea, Catalunya parece preparada para un nuevo salto adelante. La desvirtuación de la autonomía, la incertidumbre del momento político o los efectos socialmente demoledores de la crisis económica lo pueden ocultar, pero la sociedad catalana ha logrado acumular suficiente fuerza como para plantearse retos colectivos difícilmente imaginables hace 20 o 30 años. Pero, como hace 85, el lastre es irritante. Apunto algunos ejemplos ilustrativos.

    La economía catalana es de las más abiertas e internacionalizadas de Europa, pero en parte se ha conseguido con una devaluación interna que ha precarizado el mercado laboral y ha hecho crónico un nivel de paro insoportable. El sistema universitario y de investigación catalán tiene un prestigio internacional notable. Nunca habíamos tenido una juventud universitaria tan numerosa y tan bien preparada, pero la formación profesional sigue siendo deficitaria y una regulación lamentable del mercado laboral, así como la apuesta desproporcionada por actividades económicas que requieren poca cualificación (construcción, turismo de sol y playa...), condenan a muchísimos jóvenes al paro, la precariedad o el exilio laboral. La vitalidad y la capacidad de innovación del tejido económico es altísima, pero se ve frenada por el insuficiente acompañamiento de una Administración pública financieramente estrangulada de forma premeditada.

CULTURA Y REINDUSTRIALIZACIÓN

Una privilegiada situación geográfica y el sistema portuario y aeroportuario configuran a Catalunya como referente logístico del sur de Europa, pero el increíble retraso en la construcción del corredor mediterráneo y la falta de una gestión autónoma del sistema aeroportuario frenan estúpidamente su consolidación. Barcelona se ha convertido en un icono urbano mundialmente reconocido. Destino de turismo de masas con el que no resulta fácil convivir, pero también polo de atracción de talento creativo y artístico. Ahora bien, el área metropolitana no está gestionada de forma suficientemente integrada y sus desequilibrios internos son una réplica de los desequilibrios territoriales del conjunto de Catalunya. Por si fuera poco, el servicio convencional ferroviario de cercanías y distancias medias vive una desatención de inversión pública crónica. Pero todavía son más preocupantes las restricciones presupuestarias en educación o sanidad en una sociedad que, como la catalana, en los últimos ocho años ha duplicado el porcentaje de población en riesgo de exclusión social y en la que se ha incrementado la distancia entre los más ricos y los más pobres.

    Por calidad y variedad paisajística y por tradición industrial, cultural y artística, Catalunya tiene unas aptitudes únicas para apostar por  potentes industrias culturales. La cultura es uno de los sectores mejor posicionados para coliderar la reindustrialización del país. De hecho, Catalunya podría convertirse fácilmente en un cluster audiovisual con proyección europea y mundial. Pero las restricciones presupuestarias de la Generalitat han debilitado las políticas culturales públicas y han medio vaciado de carbón la principal locomotora del sector: la CCMA.

Y termino. La sociedad catalana actual se caracteriza por unos altísimos niveles de autoorganización. Su sociedad civil es de las más trabadas de Europa. Cierto, pero en términos políticos estrictos Catalunya es subsistema. Y en tanto que subsistema sufre las mismas patologías sistémicas (clientelismo, corrupción, promiscuidad de poderes...) que el sistema político español del que hoy es parte integrante.

    Retirado del periodismo por el franquismo, Gaziel identificó la encrucijada histórica de Catalunya con la disyuntiva «astro o satélite». Es decir, país o provincia. El camino de la satelización ya está dibujado en los mapas. Solo hay que resignarse a convivir con el lastre. Pero sin lastre hay país para dejar atrás la mediocridad provinciana.