El relevo en el liderazgo de UGT

Catalanofobia y sindicalismo

La queja de Álvarez es el exponente de la sumisión de los sindicatos catalanes al discurso nacionalista

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JOAQUIM COLL

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Visiblemente emocionado tras conocer el resultado de la reñida votación, Josep Maria Álvarez declaró la madrugada del domingo pasado que «es la primera vez en España que la catalanofobia no ha ganado» y que la UGT es «la primera organización estatal donde la catalanofobia no funciona». Unas apreciaciones que, primero, son falsas, por cuanto da a entender que es el primer catalán que accede al liderazgo de una entidad a nivel español, olvidando por ejemplo que ahora mismo Juan Rosell preside la patronal CEOE. La lista de catalanes que son o han sido dirigentes asociativos españoles sería muy larga. Segundo, la alusión a la catalanofobia es grave y, sin embargo, no ha merecido por su parte mayor concreción cuando ha sido preguntado posteriormente. Porque una de dos: o el nuevo líder ugetista tiene razón y, en efecto, hubo catalanofobia en el 42 congreso confederal, o esa llamativa valoración de su victoria revela el dañino argumento que tenía pensado utilizar en caso de derrota. ¿A qué se refiere cuando afirma que ha «sentido la catalanofobia» y que se ha visto «interpelado» por ella al final del proceso electoral? ¿Hubo aversión de una parte de los congresistas hacia su persona por ser catalán o estamos ante una cuestión diferente, de naturaleza estrictamente política?

SINTONÍA CON EL SEPARATISMO

Lo cierto es que ninguna prueba ha aportado de la supuesta catalanofobia. Álvarez es un veterano dirigente sindical que llegó a Catalunya con 19 años proveniente de Asturias y que ha dirigido la UGT catalana durante 26 años. Fue el candidato que reunió más avales y partía como claro favorito para acceder a la cúspide de la dirección confederal. Si su candidatura fue cuestionada en el último momento es únicamente por cuestiones que nada tienen que ver con el rechazo primario a lo catalán, excepto que Álvarez buscara reinventar el término cuando la victoria parecía escapársele de las manos y sin importarle envenenar más aún el debate identitario en España. Las dificultades ante la apretada votación que le enfrentó de madrugada a Miguel Ángel Cilleros tenían una sola procedencia: su apoyo a la autodeterminación de Catalunya y la participación de la UGT catalana en actos de la ANC y Òmnium Cultural, incluyendo su presencia en las manifestaciones de la Diada del 2013 y el 2014, cuyo objetivo secesionista era inequívoco. La prueba de su excelente sintonía con el separatismo es que tanto CDC como ERC han saludado efusivamente la elección del nuevo líder sindical.

AHORA, OTRAS PRIORIDADES

Sin embargo, a tenor del afinado oportunismo demostrado por Álvarez al frente del sindicato catalán lo más probable es que el soberanismo haya perdido un aliado. Ahora, como secretario general de la UGT, todo ese devaneo a favor de un referéndum carece de sentido, y sus prioridades en Madrid serán otras, desde resolver los problemas organizativos del sindicato hasta hacerse con un papel en la política española. Sus desmentidos de última hora así lo acreditan. Al ser atacado la víspera del congreso por el secretario general saliente, Cándido Méndez, en una maniobra por otro lado precipitada y torpeÁlvarez se desmarcó de la autodeterminación y sostuvo que el derecho a decidir es otra cosa, negando las hemerotecas, donde en síntesis afirmaba que si Catalunya no logra otra relación con España la alternativa de irse es posible. Ante la embestida de Méndez, corrió a hacer suya la resolución del comité confederal del 2014 y enfatizó tanto como pudo que su posición era plenamente coincidente con la de UGT: promover una reforma constitucional hacia el Estado federal.

SINDICATOS SUMISOS AL NACIONALISMO

De igual forma se expresó Ignacio Fernández Toxo, líder de CCOO, en la sesión de clausura del congreso ugetista cuando abordó la cuestión territorial. Sin embargo, en Catalunya ninguno de los dos sindicatos ha sido capaz de defender la apuesta federal frente a la oleada nacionalpopulista que ha sacudido la sociedad catalana desde el 2012. El caso de Álvarez es el exponente de un mal que ha aquejado al conjunto del sindicalismo catalán: la sumisión al discurso nacionalista desde tiempos del pujolismo, que lo ha dejado desarmado ante el secesionismo insolidario y supremacista. En las elecciones del pasado 27-S, ni UGT ni CCOO en Catalunya fueron capaces de trasladar las posibles consecuencias que para los trabajadores tendría la hipótesis de la secesión que Junts pel Sí y la CUP pusieron encima de la mesa. En el debate sobre qué pasaría con las pensiones y la caja única de la Seguridad Social, los sindicatos catalanes estuvieron completamente ausentes. Un sindicalismo perdido y confuso se ha convertido en otro de los eslabones débiles de la izquierda en Catalunya. La desafortunada alusión de Álvarez a la catalanofobia ante una victoria final incierta subraya sobre todo la enorme irresponsabilidad de alguien que estaba dispuesto a recurrir a la demagogia para justificar su derrota.