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En casa del herrero

Irene Montero y Pablo Iglesias, en el Congreso.

Irene Montero y Pablo Iglesias, en el Congreso. / periodico

Cristina Pardo

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Pablo Iglesias Irene Montero se han comprado una casa que va en contra de todo lo que han predicado desde que entraron en política. Ese es un hecho incuestionable. Podríamos decir que, en su caso, cuando el dinero ha entrado por la puerta, la coherencia ha saltado por la ventana. Más de 200 metros de casa, más de 2.000 metros de terreno y más de 600.000 euros de hipoteca.

A mí me parece genial. Creo que todo el mundo tiene derecho a mejorar. Sin embargo, ese es un derecho que ni Iglesias ni Montero reconocieron nunca a los demás. Los que así vivían representaban todo lo que querían combatir. Entraron en la vida política con un discurso muy claro de defensa de los de abajo, frente al privilegio de los de arriba. La casta. Ellos estaban con los humildes, los de los sueldos raquíticos, los que peleaban por una vivienda digna, los ciudadanos olvidados, los ignorados por el poder, los oprimidos, las amas de casa, la gente…

Pero resulta que Iglesias y Montero han prosperado. Es curioso, porque no reconocen ningún dato positivo en la política económica desplegada por Rajoy. Sin embargo, es evidente que a ellos sí les va mejor que cuando llegaron a las instituciones. Para defender a los de abajo y sumar votos, elaboraron un discurso de blancos y negros, yo bueno y tú malo, yo estoy con los humildes y tú eres el mayordomo de los poderosos, yo con las emociones y tú con los números…

La falta de matices es lo que ahora, con la compra del chalet, les pasa factura. Cuando De Guindos se compró un ático de casi 600.000 euros, en el 2012, Iglesias escribió el siguiente tuit: “¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo?”. La pregunta era una chorrada como la copa de un pino.

Sin embargo, lo grave no es tanto ese tuit, como el discurso que mantienen ahora, en 2018, cuando ya han firmado su hipoteca. Sostienen que De Guindos se compró el ático para especular y ellos, en cambio, para vivir. ¿Cómo lo saben? ¿Por qué se erigen en representantes de la pureza? ¿Por qué se creen, en todo caso, mejores que los demás?

Por último, el comunicado en el que Iglesias y Montero explican la adquisición del chalet es un despropósito. Que siguen defendiendo los salarios dignos, dicen. Y que en esa zona viven sus amigos. Esto no se lo han creído ni los suyos. Tanto es así que, como alternativa al revuelo, los dos dirigentes de Podemos han anunciado ahora que consultarán a la militancia. Que sean los inscritos los que decidan si Iglesias y Montero están siendo coherentes y creíbles. ¿En serio? ¿No lo saben? ¿Tienen que decírselo otros? ¿O prefieren amenazar con abandonar sus puestos, salir airosos y utilizar después a los inscritos como coartada?

Pase lo que pase, la pareja anunció desde el primer momento su intención de construir “un proyecto de vida que nos hace felices”. Esperemos que se hayan dado cuenta ya de que todo el mundo tiene ese derecho a ser feliz. Incluido, aunque no les guste, el mismísimo De Guindos.