Al contrataque

De tu casa al colmado

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jcsorribes32818561 madrid 16 02 2016 los ministros ana pastor y jos160216175921 / JOSE LUIS ROCA

RISTO MEJIDE

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Siempre me ha fascinado la gente que se resiste a dejarse llevar por lo que se lleva. Desde la gente que no utiliza móvil hasta los que se niegan a abrirse un perfil en las redes sociales. Me fascina porque aparte de que acaban siendo los más 'cool' de todos, creo que siempre es necesario que haya gente que se quede en tierra, que alguien nos vea zarpar ilusionados a todos los demás, a punto de surfear con entusiasmo el próximo Big Kahuna, y puedan ser testigos desde una playa llamada 'sentido común' cómo naufragamos una vez más, cómo se nos pasa la tontería, cómo volvemos empapados de realismo y así haya alguien que se haya preocupado por tener la comida lista para cenar.

Recuerdo que durante las deliberaciones de los Premios Jaime I, un siempre lúcido Juan Roig se ocupaba de recordarnos a los demás miembros del jurado que si todos nos dedicábamos a programar apps, ¿quién iba a producir naranjas? Sin apps podemos sobrevivir. Sin comida, no.

NI MARCA NI MARCO

Mi madre es de las que se resiste a hablar de marcas. Ella les llama casas. La nevera es de la casa Fagor. El coche es de la casa Seat. Casas, siempre casas. Me encanta esa denominación tan de madre. Creo que comunica mucho más y con más acierto. Como siempre les pasa a las madres. Ni marca ni marco. Casa. Una casa es donde estás a gusto, el lugar que te inspira confianza y donde te reúnes al final del día con los tuyos, con los que consideras tu familia. Una marca también debería serlo.

Pues bien, ahora parece que las casas se han pasado de frenada. Según un estudio de la consultora americana TrackMaven realizado los últimos 12 meses sobre 22.957 marcas y 50 millones de piezas de contenido en Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, Linkedin y blogs, parece que la producción de contenidos de marca durante el 2015 ha aumentado, de media, un 35%, mientras que el 'engagement', o dicho de manera muy burda, lo que nos importaban esos contenidos, ha disminuido un 17%. Es decir, que más es menos.

Nos están saturando. Marcas industriales, sí, pero también personales. Y si no, dígame un político del que no se haya cansado ya. El problema no son ellos -solamente- el problema es que nos están diciendo cada vez más cosas que nos importan cada vez menos. Jamás nos han dicho tantas cosas tan poco relevantes. Y es que las horas del día jamás incrementaron un 35%.

Saturar es sinónimo de colmar. Y ahí aparece otro concepto que jamás debería desaparecer: colmado. Un colmado entendido como tienda de proximidad con las cosas imprescindibles donde jamás sobrevive lo superfluo, básicamente porque no cabe. Volvamos al colmado. Volvamos a las frases que lo resumen todo, sospechosamente atribuidas a Woody Allen: las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas.