Al contrataque

Su carta a los Reyes

A partir de los 18 años las posibilidades son tantas que en vez de alegría por la abundancia de senderos posibles, lo que los chicos y chicas sienten es vértigo

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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¡Qué placer estrenar agenda! Qué gozosa la primera página de un cuaderno en blanco. Tanto por vivir, tanto por escribir. El cambio de año es el momento para hacer balance de lo pasado y también para desear no solo generalidades, sino objetivos. Lo de objetivos suena muy empresarial, utilizaré otro término menos mercantilista, como esperanzas o inclinaciones. Anhelos y pasiones me resultan vocablos excesivamente emocionales para estos tiempos en que se nos exige mucho cerebro y calculada eficiencia, como si las emociones fueran meros impulsos irracionales y no sensibles indicadores del camino a seguir y de la calidad de lo vivido.

Era la víspera de Fin de Año y preguntamos a las chicas cómo se imaginaban en una Nochevieja futura, dentro de diez años, hechas ya mujeres adultas con su agenda en blanco por delante: enero del 2025. Se quedaron desconcertadas. Les costaba hacer el ejercicio de proyección. Solo tienen 16 y 18 años, pero tenían poco que aportar. Me preocupó ver a las jóvenes tan temerosas, tan inseguras sobre su porvenir que no querían hacer uso, aunque solo fuera un divertimento, de la ambición, otro concepto denostado, pero útil como herramienta. Nada en sus cortas biografías las obligaba a ello, les sobran capacidades y cualidades, pero la inclinación estaba ahí: eran prudentes hasta en el juego. ¿De dónde sacaban tanta cautela? ¿A qué tantas reservas? ¿Quién les ha transmitido que el mundo es un lugar amenazador donde es probable que no te toque nada de la tarta? ¿Nosotros, sus mayores? Recordé que cuando te asomas al final del bachillerato, como cuando terminas la universidad, ves un abismo: me tengo que tirar y no sé si llevo paracaídas.

El sentido del vértigo

Las decisiones se perfilan irrevocables, porque hasta los 18 años hacemos lo que nos mandan (también luego, pero hay otras opciones) sin elegir: vas a la escuela, vives en familia; pero a partir de los 18 el abanico de posibilidades es tan inmenso que en lugar de alegría por la abundancia de senderos posibles, lo que los chicos y chicas sienten es vértigo. Salvo algunos de vocación muy clara, la mayoría no han descubierto aún sus capacidades y el mejor uso para ellas. En ese inmenso fregado que es la adolescencia además estamos los adultos con nuestras noticias alarmantes, nuestros temores y nuestra cantilena de la crisis y lo difícil que está todo. No les hacemos ningún favor. Como cuando eran niños, hay que animarles a jugar, esta vez en lugar de con muñecas, imaginando un porvenir bueno, inmensamente rico en alternativas. Como estamos a tiempo de enmendar lo errado, que escriban, aunque sean mayores, su carta a los Reyes repleta de deseos y con una posdata: la confianza en un futuro que es todo suyo y que construirán a su medida.