Peccata minuta

Carrero Blanco

"Yo nunca he deseado la muerte a nadie, pero si eso no hubiese ocurrido, hoy no estaríamos los tres aquí", nos dijo Juan Carlos a Ramoneda y a mí en 1999

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JOAN OLLÉ

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A finales de 1999, la Cadena SER me invitó a comisariar (la palabra tiene delito) una exposición en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona y luego en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para conmemorar sus primeros 75 años, y de paso darnos un garbeo por los últimos tres cuartos de siglo de nuestra memoria común. La exposición consistía en un itinerario por diversos ámbitos, como habitaciones de una casa o ángulos de un laberinto, cada uno de ellos dedicado a un género radiofónico: las retransmisiones deportivas de todas las épocas se oían desde las porterías de un inmenso futbolín en cuyas barras se alineaban jugadores con camisetas de todos los colores de la Liga; los informativos matinales, en el cuarto de baño donde recibimos las primeras malas noticias del día mientras nos lavamos la cara; los partes del equipo médico habitual de Franco, en una habitación de hospital con una cama vacía, deshecha y meada…

UN PEQUEÑO INSTANTE HISTÓRICO

El día de la inauguración, presidida por Juan Carlos I y Sofía, se nos propuso a Josep Ramoneda, director del Centre, y a mí acompañarles en su visita. Los cuatro abríamos la comitiva, y a una prudente distancia nos seguían Jesús Polanco, Jordi Pujol, Joan Clos y otras primeras o segundas autoridades locales. Además de algunas jugosas anécdotas acaecidas durante el recorrido, en un momento dado accedimos a un cubículo negro, en cuyo centro la escasa luz rojiza que emergía de un cráter abierto en mitad de la sala iluminaba los bajos de un coche oficial estampado contra el techo. El Rey, pillín, me preguntó dónde estábamos, y yo no tuve más remedio que responderle lo que él ya sabía: en la madrileña calle Claudio Coello, a las 9 y 27 de la mañana del 20 de diciembre de 1973. (Era Carrero ministro naval / y era su sueño volar y volar / hasta que un día ETA militar / hizo su sueño realidad / Y voló y voló y voló…) Juan Carlos dio una discretísima orden a su asistente para que nos dejase solos, nos rodeó con sus brazos a Ramoneda y a mí y sentenció a media voz: «Yo nunca he deseado la muerte a nadie, pero si esto no hubiese ocurrido, hoy no estaríamos los tres aquí». Josep y yo nos miramos, con ojos de búho, desde la profunda convicción de haber compartido un pequeño instante histórico. 

AGONÍA EN LA JUSTICIA

Cassandra, estudiante de historia de 21 años, ha sido condenada por la Audiencia Nacional a un año de cárcel por enaltecimiento del terrorismo al haber bromeado por Twitter con el espectro del almirante e imposible sucesor del Caudillo. ¿Quién si no una futura historiadora podría invertir tiempo y humor en memoria de un ogro que nunca mereció recuerdo alguno? Yo tampoco deseo la muerte a nadie, pero mucho me temo que algunos aspectos de nuestra justicia están en fase de agonía.