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El cardenal Cañizares , los valores y la natalidad

JORDI ALBERICH

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Hace pocos días, unas declaraciones del cardenal Cañizares causaron notable revuelo, especialmente en su Comunidad Valenciana. Supongo que llevado por el rechazo a la nueva dinámica política en dicha Comunidad, apoyada en el Partido SocialistaCompromís y Podemos, situaba las razones de la baja natalidad en la pérdida de valores entre los más jóvenes y en una escalada contra la familia por parte de dirigentes políticos. No creo que el cardenal goce de gran predicamento entre los ciudadanos españoles, pero, por contra, el argumento de que nuestros males emanan de la pérdida de valores sí se halla arraigado en parte de nuestra sociedad. 

Particularmente, me resulta interesante que ello acontezca en Valencia, sede de Mercadona, pues, hace unos meses, en estas mismas líneas mencionaba el clarificador dato de que en dicha empresa la tasa de natalidad es notablemente superior a la media. Tras ello, dudo, aunque nunca se sabe, que se encuentren unos superiores valores morales de sus empleados. Pero lo que sí se encuentra seguro es estabilidad laboral, lo que facilita que esas personas confíen en el futuro. Y por ello, porqué contemplan una vida digna, deciden tener hijos.

Las sacudidas políticas en la mayor parte de países europeos y en Estados Unidos están empezando a conseguir que una inmensa mayoría de ciudadanos compartamos que la fractura social no puede ir en aumento. Nos ha puesto en aviso la eclosión de partidos radicales, que basan su éxito en el miedo de las clases medias al futuro. Hace poco, Andy Robinson explicitaba de manera excelente qué ocurre en Estados Unidos: tradicionalmente los colectivos negros e hispanos optan por los demócratas, pero en los últimos años ha emergido uno nuevo, el de los blancos perdedores de la crisis, y éstos buscan refugio en Donald Trump.

Inmersos en esta dinàmica, sería deseable que en los próximos tiempos iniciáramos un proceso sensato de reformulación del capitalismo, precisamente para preservarlo y aprovechar su singular capacidad de generar riqueza que no tiene porqué, inevitablemente, conllevar ningún tipo de fractura social. Y el primer gran objetivo, nada sencillo, ha de ser el empleo estable. Y con él, de manera natural, se recuperará la natalidad. El valor que nos debe unir es el de favorecer el trabajo digno, pues apelar a otros supuestos valores sólo conduce a una mayor polarización.

En cualquier caso, al cardenal le recomendaría confiar en la sensatez del presidente de su Comunidad, Ximo Puig, y, especialmente, atender a alguien tan poco sospechoso de carecer de valores como el Papa Francisco. Éste, en su primera exhortación ya decía: "Hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad". Esa economía mata.