La encrucijada política española

La carcoma invade las instituciones

No solo es necesario cambiar el Gobierno sino regenerar todo el entramado corrupto del Estado

leonard beard

leonard beard / periodico

JESÚS LÓPEZ-MÉDEL

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Se inicia un tiempo que confiamos sea, en verdad, nuevo… o debería iniciarse. Soy de aquellos a los que la indignación llevó de nuevo a escribir artículos de opinión y ahí he estado años exigiendo cambios profundos ante el retroceso democrático y social gravísimo. Pero no con un Gobierno de aparente cambio me conformo. Porque el gran problema en este tiempo son otras instituciones.

El efecto devastador del virus no es que el Gobierno saliente haya sido el peor de la historia democrática reciente sino que los órganos constitucionales de control están infectados hace bastante más tiempo. Como una carcoma que corroe el sistema, la calidad de la democracia española es de las peores no solo de occidente sino de las que más han retrocedido a nivel mundial.

Para ello ha sido muy importante que los que han pertrechado esto, el bipartidismo sostenido y protector de y por (al mismo tiempo) los poderes financieros más burdos, desactivaran los mecanismos de control. Permítanme el símil de cuando unos ladrones pretenden desvalijar un banco lo que hacen es anular previamente las cámaras y otros mecanismos de alarma antes de apoderarse del botín. En este sentido, viene actuando el poder político hace tiempo. Así, algunos relevantes medios de comunicación pasaron a la categoría de encubridores, haciendo dejación de su papel de denuncia y de libertad de información que el público tiene. Eso son algunos de los poderes fácticos. Pero lo gravísimo es el rapto de las instituciones del Estado. Todas han sido invadidas, okupadas y anuladas.

CAMBIAR LA DINÁMICA

CAMBIAR LA DINÁMICAY esta es la primera función que debe acometer el Gobierno que salga de esta próxima investidura. Pero no en la forma clásica de "uno para ti y dos para mí" en la que el PSOE ha estado tan implicado como el PP, sino de una forma absolutamente nueva y muy diferente. Si los supuestos emergentes siguen esa dinámica y quieren su cuota, habrán frustrado una ocasión única. Los dos más relevantes son el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial.

Sobre el primero, la elección no se basa en consensuar cada uno de los candidatos sino según la cuota de reparto descrita y cada partido designa el que quiere. Lo que más se valora es que sean leales y agradecidos a quien los propuso. Pero en modo alguno se estima, sino al contrario, que tenga un rasgo de cierta personalidad o independencia. Los elegidos por la derecha, siempre votan en bloque, sin fisuras. Los progresistas, casi siempre. Es una canonjía pues son 9 años en un órgano de máxima relevancia institucional, que en no pocas ocasiones suele ser el destino final en pago a unos servicios prestados. Lo sé muy bien y daría bastantes nombres. Pero el colmo de la degradación es que quien es el actual presidente llegara a ese puesto… ¡en su condición de militante del PP! Está probado y el PP se justificó diciendo que ninguna norma lo prohibía. ¡Pero si la decencia! ¿Qué puede esperarse de esta institución? En Catalunya se sabe muy bien el afán separador con aquella penosa, técnica y políticamente, sentencia sobre el Estatut.

El Consejo del Poder Judicial es otro ejemplo de okupación. También funcionan por bloques. En este caso, son por cinco años aunque se prolongue a veces. Donde se visualiza de modo claro el tablero de ajedrez es en la política de nombramientos. El PP siempre ha tenido mucho oficio maniobrero y sabe cómo evitarse jueces incómodos. Llevan mucho tiempo haciendo cambio de cromos. Y los del PSOE siempre en minoría, se han prestado siempre a ello, a pesar de que siguen perdiendo. Te cambio este de Tenerife por un puesto en la Audiencia Nacional y en el Supremo. Así funcionan. Pero con el agravante del intervencionismo muy interesado de las asociaciones judiciales que favorecen más a sus más amigos antes que a los más capacitados.

Otras instituciones también tienen ese virus. Un Tribunal de Cuentas que funcionara bien ayudaría a corregir comportamientos irregulares y sancionarlos. Pero es también una institución inútil. Los nombramientos también se los reparten los partidos, colocan a su gente y como, además, entre ellos se tapan, nada sucede. Hasta el anterior presidente figura como donante de 3.000 euros al PP en los papeles de Bárcenas. Estos son los más relevantes, pero la anulación de su función originaria es total. Muy triste es la política de nombramientos de los consejeros de Estado, al tiempo que son lobistas en despachos o miembros del consejo administración de de bancos. El Tribunal de Defensa de la Competencia, también okupado, la Comisión Nacional de la Energía, etcétera.

Es muy urgente un nuevo diseño de estos órganos, con otros perfiles, con más prestigio, haciéndoles recuperar su función de control al poder político en lugar de la sumisión y la carcoma.