Ventana de socorro

Caperucito y los Reyes Magos

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Mañana los Reyes Magos sobrevolarán los tejados y, de un modo mágico e inexplicable, depositarán regalos para niños y niñas. No para todos, pero sí para muchos. Estos días las noticias han colocado a varios pequeños en los titulares: Erik, el primer catalán del 2016, hijo de bolivianos, o la primera barcelonesa, Xi Chen (huelga especificar la procedencia de sus progenitores). Anima y tranquiliza que nuestro país se haya convertido sin vuelta atrás en una sociedad multicultural y diversa. Quien viene de fuera nos proporciona la vitalidad y el empuje que nos falta.

Pero mi historia favorita es la de Caperucito. Con solo 3 añitos, en Nochevieja Jordi se perdió en el bosque cerca de Banyoles. Inmediatamente, un montón de gente, bomberos, submarinistas, mossos, protección civil, voluntarios se movilizaron. Pero la oscuridad y el frío se echaron encima y no lo encontraron. Al amanecer el abuelo estaba desolado. Imaginen qué angustia debieron atravesar sus papás y todos sus allegados repasando los minutos en que, sacando el equipaje del coche, se distrajeron y el niño desapareció de su vista. La vida es tan frágil.

Y quién sabe lo que pensará Jordi Caperucito el día de mañana cuando le cuenten que sobrevivió 20 horas solo en el bosque, que perdió los calcetines y los zapatitos y que fueron un maestro y su hijo médico quienes lo encontraron entre las zarzas, como a un Moisés del siglo XXI. También esa es una bonita parábola de la evolución de nuestro país: los que fueron maestros ayer son padres de médicos hoy. Y los que sienten y creen en la vocación de servicio público no dimiten de ella ni en festivo. Es el mejor regalo de Reyes, saber que pagamos impuestos para financiar hospitales donde nacen niños que son a la vez españoles y ciudadanos del mundo. Y que bomberos, matronas, policías, conductores de ambulancias están vigilantes para que no se vaya todo al garete si nos descuidamos un segundo. Felices Reyes a todos ellos.