Análisis

Cambio de pantalla: del 9-N a la DUI

Ya estamos en campaña, y el Estado hace ya más de espectador que de jugador

ENRIC MARÍN

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El conflicto democrático entre el Estado y el soberanismo catalán es lo más parecido a una partida de ajedrez en la que los movimientos de uno y otro están fuertemente condicionados por dinámicas de largo recorrido. Gramsci lo llamaría guerra de posiciones.

En los últimos dos años el movimiento soberanista catalán se ha articulado combinando tres planos: una mayoría social movilizada, una clara mayoría parlamentaria y una acción de gobierno derivada de un compromiso electoral. La gestión de cada uno de estos planos y la coordinación de las tres dinámicas es notoriamente compleja. Pero se equivocan los que confunden la complejidad o la incertidumbre con el caos. En primer lugar, porque el motor del proceso es la misma sociedad autorganizada. Y en segundo, porque pese a la complejidad los movimientos soberanistas son previsibles. No se pueden apartar sustancialmente del guion genérico del Consell Assessor per a la Transició Nacional. En contraste, la lógica de los movimientos del Estado es plana. Puro autismo reactivo. No hace falta ser editorialista del New York Times para entender que el absentismo político de Rajoy vigoriza el soberanismo. Pero antes de las próximas elecciones generales Rajoy difícilmente renunciará a un estímulo que aún cohesiona a su electorado: inflexibilidad ante el «crónico chantaje catalán». El tiempo ya juega en su contra. Solo un movimiento en falso del soberanismo puede dar margen de maniobra al Gobierno central. Y en este sentido, el último movimiento del president Mas conlleva riesgos evidentes. Por un lado, y contrariamente a lo que piensan en Madrid, la ausencia de consulta formal acelera el escenario de la DUI. Ya hemos pasado pantalla. Pero, al mismo tiempo, la acción unilateral de Mas complica mucho la lógica unitaria de unas elecciones con lectura plebiscitaria. Habrá que ver cómo se reajusta la articulación de los tres planos de acción del soberanismo. Y las líneas de fuerza básicas las definirán ERC, CDC y el conglomerado de la ANC, Òmnium y la AMI. En cualquier caso, ya estamos en campaña. Y el Estado hace ya más de espectador que de jugador.