Al contrataque

Calma

A la posverdad le sigue la posconfianza. Y entonces el acto más revolucionario que existirá será pararse. Sí, pararse. Sin más

SANTS Aviso megáfono en mano en la colapsada terminal de Barcelona.

SANTS Aviso megáfono en mano en la colapsada terminal de Barcelona.

MANEL FUENTES

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Aunque nos quieran hacer creer que la posverdad es una moda actual, todo indica que nos la han estado sirviendo en bandeja de plata desde hace demasiado tiempo. Tanto, que hoy los mecanismos de cambio y transformación social parecen obturados por unos intermediarios que se parecen mucho al colesterol más nocivo. Un colesterol que además ha tomado el megáfono y nos exhorta a la acción o a la reacción, (que para el caso es lo mismo, ya que lo que marca sigue siendo el megáfono), sin que nosotros sagazmente tomemos consciencia que esos tipos solo miran por sus intereses más cortoplacistas.

Consuma. Vote. Hágase un plan de pensiones privado. Manifiéstese. Hágase voluntario de nuestra causa. Contrate un seguro de salud. Ayudemos a los bancos. Salvemos autopistas. Salgamos a la calle. Compremos cacerolas. A la posverdad le sigue la posconfianza. Y entonces el acto más revolucionario que existirá, el más transformador, será pararse. Sí, pararse. Sin más.

Cuestionar cualquier consigna. Cualquier compra. Cualquier invitación a cualquier cosa.

Hoy, ya no sabemos lo que valen las cosas. Wallapop, las rebajas desiguales de un mismo producto y otros mercados de segunda mano, nos demuestran que las cosas solo valen lo que algunos quieren pagar por ellas, al tiempo que ya nos tienen a todos clasificados. Nuestros gustos, nuestros impulsos, nuestro capital..

Hoy ya no sabemos lo que cualquier político, sea del color que sea, va a hacer con nuestro voto. Unos nos metieron en guerras, otros salvaron bancos, otros abrazan ilegalidades, otros intentan salvar su cuello de la justicia mientras sean aforados…

JUSTICIA E IGUALDAD

Hoy, nadie acierta a dar una solución para que exista una cierta justicia e igualdad de oportunidades para que la sociedad sea amigable. Nuestro déficit y deuda sigue siendo elevado. El mundo necesita menos empleos y los que lo tienen, pagan una sobrecarga impositiva asfixiante para poder parchear un sistema de pensiones que hace años, nuestros supuestos representante dejaron quebrar, por no tener que asumir públicamente decisiones impopulares. Cuando se avecina una catástrofe sin solución aparente, todos corremos despavoridos hacia cualquier lugar, pendientes de lo que nos diga cualquiera con un megáfono en la mano.

Tal vez, ha llegado el momento de pararse. Y  mirar críticamente a los que con nuestro voto comandan el megáfono. Tal vez en ellos nace o nació el problema. Tal vez su intermediación es hoy cada vez menos valiente, justa, generosa o eficaz. Y ya toca que ante sus cantos, gritos y exhortaciones, nosotros nos quedemos quietos. Individualmente. Dejando ya de ser rebaño. Ya que para que un pastor te guíe, primero ha de demostrar saber lo que hace. Y hoy vemos que la mayoría de los que nos animan a ir en alguna dirección se están descubriendo a sí mismos, más lobos que pastores. Con perdón, para los lobos.